sábado, 24 de marzo de 2012

Módulo 12. El simbolismo

Curso de Literatura peruana y latinoamericana.
Universidad Peruana de las Américas.
Prof. Martin Cervetto.

El Simbolismo


El Simbolismo fue uno de los movimientos artísticos más importantes de finales del siglo XIX, originado en Francia y en Bélgica. En un manifiesto literario, publicado en 1886, Jean Moréas definió este nuevo estilo como «enemigo de la enseñanza, la declamación, la falsa sensibilidad y la descripción objetiva». Para los simbolistas, el mundo es un misterio por descifrar, y el poeta debe para ello trazar las correspondencias ocultas que unen los objetos sensibles (por ejemplo, Rimbaud establece una correspondencia entre las vocales y los colores en su soneto Vocales).

Arthur Rimbaud




VOYELLES




A noir, E blanc, I rouge, U vert, O bleu : voyelles,
Je dirai quelque jour vos naissances latentes :
A, noir corset velu des mouches éclatantes
Qui bombinent autour des puanteurs cruelles,

Golfes d'ombre ; E, candeurs des vapeurs et des tentes,
Lances des glaciers fiers, rois blancs, frissons d'ombelles ;
I, pourpres, sang craché, rire des lèvres belles
Dans la colère ou les ivresses pénitentes ;

U, cycles, vibrements divins des mers virides,
Paix des pâtis semés d’animaux, paix des rides
Que l’alchimie imprime aux grands fronts studieux ;

O, suprême Clairon plein des strideurs étranges,
Silences traversés des Mondes et des Anges :
— O l’Oméga, rayon violet de Ses Yeux !




A negra, E blanca, I roja, U verde, O azul: vocales,
diré algún día vuestros latentes nacimientos.
Negra A, jubón velludo de moscones hambrientos
que zumban en las crueles hediondeces letales.

E, candor de neblinas, de tiendas, de reales
lanzas de glaciar fiero y de estremecimientos
de umbrelas; I, las púrpuras, los esputos sangrientos,
las risas de los labios furiosos y sensuales.

U, temblores divinos del mar inmenso y verde.
Paz de las heces. Paz con que la alquimia muerde
la sabia frente y deja más arrugas que enojos.

O, supremo Clarín de estridores profundos,
silencios perturbados por ángeles y mundos.
¡Oh, la Omega, reflejo violeta de Sus Ojos!



Charles Pierre Baudelaire (9 de abril de 1821 - 31 de agosto de 1867) fue un poeta, crítico de arte y traductor francés. Fue llamado poeta maldito, debido a su vida de bohemia y excesos, y a la visión del mal que impregna su obra. Barbey d'Aurevilly, periodista y escritor francés, dijo de él que fue el Dante de una época decadente. Fue el poeta de mayor impacto en el simbolismo francés. Las influencias más importantes sobre él fueron Théophile Gautier, Joseph de Maistre (de quien dijo que le había enseñado a pensar) y, en particular, Edgar Allan Poe, a quien tradujo extensamente.


En 1840 Baudelaire se matricula en la Facultad de Derecho. Comienza a frecuentar a la juventud literaria del Barrio Latino y conoce a nuevas amistades, como Gustave Levavasseur y Ernest Prarond. También entabla amistad con Gérard de Nerval, con Sainte-Beuve, Théodore de Banville y Balzac. Intima igualmente con Louis Ménard, que se dedica a la taxidermia y disección de animales.
Comienza a llevar una vida despreocupada; los altercados con la familia son constantes debido a su adicción a las drogas y al ambiente bohemio. Frecuenta prostíbulos y mantiene relaciones con Sarah, una prostituta judía del Barrio Latino. Charles la denomina La Louchette (la bizca). Además de torcer la vista, era calva. Probablemente fue ella quien le contagió la sífilis. Dentro de su obra capital, Las flores del mal, Baudelaire se refiere a Sarah en un poema, probablemente escrito en el momento en que dejó de verla asiduamente, reanudando sus relaciones con su otra amante, Jeanne Duval.

Baudelaire sobre Sarah:
Une nuit que j'étais près d'une affreuse Juive, Comme au long d'un cadavre un cadavre étendu, Je me pris à songer près de ce corps vendu a la triste beauté dont mon désir se prive.
‘Una noche en que estaba con una horrible Judía, como un cadáver tendido junto a otro, pensaba, al lado de aquel cuerpo vendido, en esta triste belleza de la cual mi deseo se priva.’

Charles Baudelaire

La conducta de Baudelaire, que rechaza entrar en la carrera diplomática, horroriza a su familia. Su padrastro, descontento con la vida libertina que lleva, trata de distanciarlo de los ambientes bohemios de París. En marzo de 1841 un consejo de familia lo envía a Burdeos para que embarque con destino a los Mares del Sur, a bordo de un paquebote. La travesía debía durar dieciocho meses y llevarlo hasta Calcuta, en compañía de comerciantes y oficiales del Ejército. Pero llegando a la Isla Mauricio, Baudelaire decide interrumpir su viaje y regresar a su país.
De regreso en Francia, se instaló de nuevo en la capital, volviendo a sus antiguas costumbres desordenadas.
Baudelaire, fotografía de Nadar.

Empezó a frecuentar los círculos literarios y artísticos y escandalizó a todo París por sus relaciones con la joven Jeanne Duval, la hermosa mulata que le inspiraría algunas de sus más brillantes y controvertidas poesías.
El poeta y su musa: Jeanne Duval
Jeanne Duval

Jeanne Duval
On sait peu de choses sur cette femme, une mulâtresse qui hantera la vie et l’œuvre de Baudelaire des années durant. « C’était une fille de couleur, d’une très haute taille, qui portait bien sa brune tête ingénue et superbe, couronnée d’une chevelure violemment crespelée, et dont la démarche de reine, pleine d’une grâce farouche, avait quelque chose à la fois de divin et de bestial. » C’est en ces termes que Théodore de Banville évoque la belle Jeanne dans ses Souvenirs.
Baudelaire fait sa connaissance en 1842, à son retour de voyage: sans doute lui rappelait-elle "l'idéal de la beauté noire". Elle habitait au 6,rue de la Femme-sans-tête, près de l'hôtel Pimodan, et était alors comédienne dans un petit théâtre. Ce fut le début d'une liaison tempétueuse de presque toute une vie, qui inspirera de nombreux poèmes. Elle est la « maîtresse des maîtresses » dans le poème Le Balcon, et c’est sans doute ses charmes qui inspirèrent les vers de Parfum Exotique, La Chevelure, Le Serpent qui Danse, Je t’adore à l’égal de la voûte nocturne, Sed Non Satiata, série de poèmes des Fleurs du Mal souvent citée comme le cycle de la « Vénus Noire ».
Vampirisé, diabolisé, à la fois ange et démon, Jeanne Duval incarne la femme sensuelle, tentatrice, dangereuse, tribade, infidèle, troublant l’âme du poète épris d’une passion charnelle, qui prend la forme d’une dépendance forte.


Le Serpent qui danse
Charles Baudelaire (1821-1867)

Que j'aime voir, chère indolente,
De ton corps si beau,
Comme une étoffe vacillante,
Miroiter la peau!

Sur ta chevelure profonde
Aux âcres parfums,
Mer odorante et vagabonde
Aux flots bleus et bruns,

Comme un navire qui s'éveille
Au vent du matin,
Mon âme rêveuse appareille
Pour un ciel lointain.

Tes yeux, où rien ne se révèle
De doux ni d'amer,
Sont deux bijoux froids où se mêle
L'or avec le fer.

A te voir marcher en cadence,
Belle d'abandon,
On dirait un serpent qui danse
Au bout d'un bâton.

Sous le fardeau de ta paresse
Ta tête d'enfant
Se balance avec la mollesse
D'un jeune éléphant,

Et ton corps se penche et s'allonge
Comme un fin vaisseau
Qui roule bord sur bord et plonge
Ses vergues dans l'eau.

Comme un flot grossi par la fonte
Des glaciers grondants,
Quand l'eau de ta bouche remonte
Au bord de tes dents,

Je crois boire un vin de Bohême,
Amer et vainqueur,
Un ciel liquide qui parsème
D'étoiles mon coeur!


La Serpiente que danza

¡Cómo me agrada ver, querida indolente,
De tu cuerpo tan bello,
Como una estofa vacilante,
Reverberar la piel!

Sobre tu cabellera profunda,
De acres perfumes,
Mar oloroso y vagabundo
De olas azules y sombrías,

Cual un navío que se despierta
Al viento matutino,
Mi alma soñadora apareja
Para un horizonte lejano.

Tus ojos, en los que no se revela
Nada dulce ni amargo,
Son dos joyas frías en las que se mezcla
El oro con el hierro.

Al verte marchar cadenciosa,
Bella en tu abandono,
Se diría una sierpre que danza
En el extremo de un bastón.

Bajo el fardo de tu pereza
Tu cabeza de niño
Se balancea con la molicie
de un joven elefante.

Y tu cuerpo se inclina y se estira
Cual un fino navío
Que rola bordeando y sumerge
Sus vergas en el agua.

Como un oleaje engrosado por la fusión
De los glaciares rugientes,
Cuando el agua de tu boca sube
Al borde de tus dientes,

Yo creo beber un vino de Bohemia
Amargo y vencedor,
¡Un cielo líquido que esparce
Estrellas en mi corazón!

Destacó pronto como crítico de arte: El Salón de 1845, su primera obra, llamó ya la atención de sus contemporáneos, mientras que su nuevo Salón, publicado un año después, llevó a la fama a Delacroix (pintor, entonces todavía muy discutido) e impuso la moderna concepción estética de su autor.
Buena muestra de su trabajo como crítico son sus Curiosidades estéticas, recopilación póstuma de sus apreciaciones acerca de los salones, al igual que El arte romántico (1868), obra que reunió todos sus trabajos de crítica literaria. Fue asimismo pionero en el campo de la crítica musical, donde destaca sobre todo la opinión favorable que le mereció la obra de Richard Wagner, que consideraba como la síntesis de un arte nuevo.
En literatura, los autores Hoffmann y Edgar Allan Poe, del que realizó numerosas traducciones (todavía canónicas en francés), alcanzaban, también según el criterio de Baudelaire, esta síntesis vanguardista; la misma que persiguió él asimismo en La Fanfarlo (1847), su única novela, y en sus distintos esbozos de obras teatrales.


Últimos años

Tumba de Baudelaire en Montparnasse.


Comprometido por su participación en la revolución de 1848, la publicación de Las flores del mal, en 1857, acabó de desatar la violenta polémica gestada en torno a su persona. Los poemas (las flores) fueron considerados «ofensas a la moral pública y las buenas costumbres» y su autor fue procesado. Ante tales acusaciones Baudelaire respondió:
Todos los imbéciles de la burguesía que pronuncian las palabras inmoralidad, moralidad en el arte y demás tonterías me recuerdan a Louise Villedieu, una puta de a cinco francos, que una vez me acompañó al Louvre donde ella nunca había estado y empezó a sonrojarse y a taparse la cara. Tirándome a cada momento de la manga, me preguntaba ante las estatuas y cuadros inmortales cómo podían exhibirse públicamente semejantes indecencias.

Sin embargo, ni la orden de suprimir seis de los poemas del volumen ni la multa de trescientos francos que le fue impuesta impidieron la reedición de la obra, en 1861. En esta nueva versión aparecieron, además, unos treinta y cinco textos inéditos. El mismo año de la publicación de Las flores del mal, e insistiendo en la misma materia, emprendió la creación de los Pequeños poemas en prosa, editados en versión íntegra en 1869 (en 1864, el diario Le Figaro había publicado algunos textos bajo el título de El spleen de París). En esta época también vieron la luz Los paraísos artificiales (1858-1860), en los cuales se percibe una notable influencia del inglés De Quincey; el estudio Richard Wagner et Tannhäuser à Paris, aparecido en la Revue européenne en 1861; y El pintor de la vida moderna, un artículo sobre Constantin Guys, publicado por Le Figaro en 1863.

En 1864 viaja a Bélgica y residirá dos años en Bruselas. Allí intenta ganarse la vida dictando conferencias sobre arte, pero son un fracaso. En la primavera se encuentra con su editor. Sólo consigue dar tres conferencias sobre Delacroix, Gautier y Los paraísos artificiales, con escasa asistencia de público. Intenta una edición de su obra completa, pero fracasa; se venga de la falta de aceptación escribiendo un panfleto titulado ¡Pobre Bélgica!.

La sífilis que padecía le causó un primer conato de parálisis en (1865), y los síntomas de afasia y hemiplejía, que arrastraría hasta su muerte, aparecieron con violencia en marzo de 1866, cuando sufrió un ataque en la iglesia de Saint Loup de Namur. Trasladado urgentemente por su madre a una clínica de París, permaneció sin habla, pero lúcido, hasta su fallecimiento, en agosto del año siguiente. Fue enterrado en el Cementerio de Montparnasse, junto a la tumba de su padrastro. Su epistolario se publicó en 1872; los Journaux intimes (que incluyen Cohetes y Mi corazón al desnudo), en 1909; y la primera edición de sus obras completas, en 1939.

Tras su muerte, Charles Baudelaire sería considerado el padre, o gran profeta, de la poesía moderna. Fue una figura bastante popular en los círculos artísticos de París. Manet incluyó su efigie en su famoso cuadro Música en las Tullerías, y en 1865 grabó dos retratos de él, uno de ellos basado en una fotografía de Nadar.


En noviembre de 1867, pocos meses después de la muerte de Baudelaire, se vende en pública subasta toda su propiedad literaria. Entre los documentos subastados se encuentran las listas de Poèmes à faire: apuntes y bocetos, asociados a El spleen de París. En este conjunto se hallan los títulos de un grupo de creaciones al que Baudelaire denominó Oneirocrities, el arte de explicar los sueños.

Retrato de Baudelaire, por Gustave Courbet

Las flores del mal

Las flores del mal es una obra de concepción clásica en su estilo, y oscuramente romántica por su contenido, en la que los poemas se disponen de forma orgánica (aunque esto no es tan evidente en las ediciones realizadas tras la censura y el añadido de nuevos poemas). En ella, Baudelaire expone la teoría de las correspondencias y, sobre todo, la concepción del poeta moderno como un ser maldito, rechazado por la sociedad burguesa, a cuyos valores se opone. El poeta se entrega al vicio (singularmente la prostitución y la droga), pero sólo consigue el Tedio (spleen, como se decía en la época), al mismo tiempo que anhela la belleza y nuevos espacios ("El viaje"). Es la "conciencia del mal".


Correspondances

La Nature est un temple où de vivants piliers
Laissent parfois sortir de confuses paroles;
L'homme y passe à travers des forêts de symboles
Qui l'observent avec des regards familiers.

Comme de longs échos qui de loin se confondent
Dans une ténébreuse et profonde unité,
Vaste comme la nuit et comme la clarté,
Les parfums, les couleurs et les sons se répondent.

Il est des parfums frais comme des chairs d'enfants,
Doux comme les hautbois, verts comme les prairies,
Et d'autres, corrompus, riches et triomphants,

Ayant l'expansion des choses infinies,
Comme l'ambre, le musc, le benjoin et l'encens,
Qui chantent les transports de l'esprit et des sens




Correspondencias


La Natura es un templo de vivientes pilares
que susurran a veces los confusos vocablos;
y el hombre atraviesa por florestas de símbolos
que lo observan con ojos de mirada habituada.

Como ecos extensos, confundidos, lejanos,
desde una unidad tenebrosa y profunda,
amplia como la noche y como la claridad
colores y perfumes y sones se responden.

Hay perfumes tan frescos como carnes de niños,
dulces como el oboe, verdes como los prados.
Pero hay otros corruptos, opulentos, triunfantes,

infinitas materias, de expandirse capaces,
como ámbar, almizcle, benjuí e incienso,
coreutas de los éxtasis del sentido, del alma.


Sobre el soneto "Correspondencias"
Por Juan Carlos Sánchez Sottosanto - Publicado en: Traducciones propias


No ponemos nuestros ojos en las cosas visibles sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles son eternas
San Pablo, 2 Corintios 4:18 (BJ)

En 1827 se publicó el único libro cuyo prefacio, hasta hoy, llegó a ser más importante que el texto propiamente dicho. Cromwell, drama teatral de Victor Hugo, era larguísimo e irrepresentable; pero el prólogo (también extenso, por cierto) fue el verdadero manifiesto del Romanticismo Francés, su declaración de principios, y de tanto atacar la rigidez del clasicismo se convirtió en un clásico él mismo.
Se sabe que la literatura y el arte franceses aman los manifiestos hasta un grado maniático, y en cierta manera contagiaron al resto de Europa. Sólo el Manifiesto Comunista y el Futurista se les escapó. El resto por lo general tiene patente francesa. Efímeros y locuaces, pero fueron el estandarte de toda avant garde, en el XIX y en las ricas corrientes de la primera mitad del XX.
El simbolismo no fue la excepción. El Manifiesto Simbolista, publicado por el poeta Jean Moréas, levantado contra "la enseñanza, la declamación, la falsa sensibilidad", apareció en Le Figaro el 18 de septiembre de 1886. Sin embargo, había tenido varias anticipaciones, como la obra lírico-pictórico-visionaria de William Blake, pero sobre todo un poema que el simbolismo vería como su verdadero manifiesto, hasta el grado de casi relegar al olvido al oficial. Así, el romanticismo se identificó con el prefacio de un drama; y el simbolismo, con un perfecto y clasicista soneto de primorosos versos alejandrinos, Correspondences, de Baudelaire, que el lector hallará supra y al mismo tiempo en cualquier antología de nuestro poeta y de la entera literatura francesa. Léalo y reléalo el lector completo. Hallará la imagen de una naturaleza de cuyas columnas parten palabras confusas; el hombre atraviesa siempre una selva de símbolos. Tal el contenido del primer cuarteto, que podríamos definir como vertical-ascensional, de vuelo místico. El resto es horizontal y sinestésico. En esa selva, un diálogo constante se mantiene entre los colores, las músicas, los aromas. Lo prístino y lo pútrido se coaligan. Los objetos se corresponden entre sí. Desde ahora sería posible recurrir a imágenes y figuras y emplearlas como signos de una abstracción, de una persona, de una idea. Pero la concepción no era nueva. Era anterior a Blake y Baudelaire. Un mundo de correspondencias íntimas era un mundo tan viejo como el mundo mismo. Había sido, como dice Michel Foucault, la sintaxis de la prosa del orbe, vivida a nivel animista y cotidiano en el pasado clásico y medieval, y legitimada por la episteme del hombre del Renacimiento. Nada más burdo que creer que se salió de las tinieblas (supuestas) del Medioevo para entrar en un sistema de rigores inmediatos. Nada de eso. Las correspondencias, por el contrario, sólo hallarían en el siglo XVI su significación más cabal. Si en la Grecia antigua Heródoto había creído que el Danubio era la perfecta contracara especular del Nilo meridional e Hipócrates suponía un esperma femenino; si Platón veía en la República ideal una sociedad dividida según las partes del alma que a su vez reflejaban la división del universo, el hombre del XVI (y hasta del XVII) estudiaría esas correspondencias que daban a nuestro mundo una coherencia interna, una cohesión y un ser en el tiempo.


*
Cuando Foucault las rastrea [1] halla en especial cuatro matices de la similitud: la convenientia, la aemulatio, la analogia y la simpathia. Y todas buscan basamento en un quinto, la signatura.

Michel Foucault

La convenientia es una suerte de bisagra o paso entre las cosas que se unen y se rozan en la prosa del cosmos."Pertenece menos a las cosas mismas que al mundo en que ellas se encuentran". El mundo es una cadena, y la conveniencia urde los eslabones, plantea las cercanías, impone vecindades. La planta se comunica con el animal, la tierra con el mar, el hombre con su ambiente. La conveniencia impone simetrías: hay tanta cantidad de peces como de aves o de seres terrícolas; y como ya había dicho Aristóteles, el animal incorpora propiedades de la planta, el hombre del animal y las esferas, del hombre.

La aemulatio es una semejanza sin contacto, posee algo del espejo y del reflejo; "por medio de ella se responden las cosas dispersas a través del mundo". El rostro copia al cielo; los ojos, al sol y la luna; las flores que miran al firmamento son una contraparte de las estrellas, o más bien, son las estrellas de la tierra. ¿Cuál sería entonces el objeto y cuál la imagen proyectada? Imposible contestarlo, lo cuál no quita que la aemulatio exista. El hombre mismo, dirá Paracelso, está "constelado de astros", contiene "las estrellas en el interior de sí mismo (…) lleva así al firmamento con todas sus influencias" [2]. Es un duelo en el que las figuras opuestas se amparan mutuamente; más que eslabones, como en la convenientia, forma anillos concéntricos, rivales y espejados.

La analogía une a las anteriores, une la reversibilidad y la polivalencia, y usa del hombre como intersección. El hombre está en proporción con el mundo de los seres inferiores, pero también con el de los planetas y los astros, con lo viviente y lo inorgánico (si este concepto es posible en el Renacimiento). Su pulso palpita como las estrellas; su rostro de siete aberturas corresponde a los siete planetas; su carne, a los terrones de arcilla; sus huesos, a las rocas; sus venas, a los ríos; su vejiga, al mar. Su cuerpo es anatomía y atlas cosmográfico. Hasta sus intestinos y sus excrementos hallan su símil en el mundo de los infiernos y sus depravados habitantes. Las enfermedades son gemelas a los desórdenes de la naturaleza; la apoplejía es al cuerpo lo que la tempestad a la atmósfera.

La simpathia no conoce regla alguna; es la atracción de lo semejante. Lo pesado cae, lo liviano vuela, la raíz busca el agua. Para un equilibrio que impida la anulación en la absorción completa, existe la antipathia; el pepino huye del olivo; la rata de la India aniquila a los cocodrilos. La muerte es producto necesario en este cruce de fuerzas. O como dirá Baudelaire después: "La muerte hace vivir" (CXXII).

La signatura da coherencia a las cuatro similitudes. Hace del mundo un libro abierto, "un espejo mudo rumoroso de palabras". En la episteme del siglo XVI la quiromancia tiene perfecta validez científica; es lo más lógico que el mundo y la vida del individuo encuentren su correlación en las líneas y accidentes de la mano. O que la astrología sea vista como una ciencia casi divina, como lo es la onirocrítica, la interpretación de los sueños [3]. El mundo es pletórico e ilimitado, pero legible a través de su sistema de reciprocidades. Al macrocosmos corresponde el microcosmos; el humanista toma la idea de Plotino (siglo V), quién la busca en Platón, quien la trae de la oscura raíz del mito. La magia y la erudición (divinatio et eruditio) se complementan. Los libros antiguos, redescubiertos, aclararán el misterio tanto como la observación; de nuevo Paracelso: "Nosotros los hombres, descubrimos todo lo que está oculto en las montañas por medio de signos y correspondencias exteriores (…) Nada hay en la profundidad de los mares, nada en las alturas del firmamento que el hombre no sea capaz de descubrir. No hay montaña tan vasta que no esconda a la mirada del hombre lo que contiene; esto le es revelado por los signos correspondientes" [4].

Persiste la idea de una "magia natural"; la kabbalah, trashumada por los judíos en los guetos medievales, es exumada como una forma de descifrar ese mar de símbolos. Aún en la teología tradicional, la hermenéutica del Antiguo Testamento sirve sólo para descifrar figuras escondidas del Nuevo, o símbolos de la Iglesia. También las letras se corresponden al mundo; y los libros, a los libros. Glosas y comentarios, "vivimos interglosándonos", se quejará Montaigne.

Pero persiste la ilusión: "Así como este juego infinito de la naturaleza encuentra su vínculo, su forma y su limitación en la relación entre microcosmos y macrocosmos, así la tarea infinita del comentario se reafirma por la promesa de un texto efectivamente escrito que la interpretación revelará un día por entero".

Mundo mágico y regido por la idea de un pansiquismo. Pero llega la hora de su destartalamiento. El racionalismo se instala, con Descartes, Leibniz, Malebranche, Spinoza. Por detrás de los nombres ilustres hay, en la arqueología profunda, un reemplazo de las similitudes por el Orden y la Medida, por la sucesión ordenada, por el análisis, por la mathesis y la taxinomia. Un mundo de correspondecias ha sido cercenado.

*
El siglo XIX -y aquí abandono a Foucault- sufre una famélica nostalgia de correspondencias. Si la magia regresa, o fenómenos como el espiritismo encuentran una inesperada cantidad de adherentes en las elites intelectuales, es porque algo ha sucedido in lapsus. Han trajinado las revoluciones fracasadas, la invención de la máquina, la creencia comteana de una física social, el utilitarismo, el capitalismo burgués mostrando sus males, una población degradada de proletarios, una búsqueda de lo Real, lo Útil, Lo Regido Por El Progreso. Y lo que más nos interesa, algo que para nosotros es lo más normal del mundo pero que jamás hubiera cabido en el pensamiento de los presocráticos, de Platón, de Aristóteles, de Tomás de Aquino, del hombre del Renacimiento: el arte se ha alejado para siempre de la ciencia, como saberes paralelos o casi opuestos.

El siglo XVIII, que ha visto a la Filosofía perder ramas que consideraba suyas (la Física, la Biología) ha tomado su revancha creando una nueva especulación del saber: la Estética, la mirada a lo bello. Y se ha discutido la diferencia entre lo bello y lo sublime, se ha preguntado si el arte verdadero ha muerto, si la belleza proviene de la deidad, del genio humano, de sus capacidades puramente psíquicas; si a la belleza le corresponde el orden o el desorden, si la fealdad integra el orden de lo bello.

Los alemanes van a la cabeza de la lid. Dios es poeta, no matemático, dirá Hamann. El arte es autónomo, desinteresado, regido por el sentimiento individual, incapaz de penetrar "la cosa en sí" (noumenos) pero al menos puede trazar un puente entre conocimiento y ethos, dirá Kant en la tercera parte de su trilogía crítica, La crítica del juicio [5]. La regla se da en cada obra de arte y no en los modelos griegos, dirá Herder. El arte es el medio de comulgar con el mundo y su misterio, dirá Novalis. El arte es autónomo, crítico, politizable, dirá Schiller. El arte es subversivo y mesiánico, dirá Schlegel. El arte supera a la filosofía en su capacidad de captar el mundo, dirá Schelling. El arte puede abrirnos las puertas del pasado, dirá Hegel.

La búsqueda de las correspondencias quedará relegada al ámbito artístico (o al de las seudo ciencias, por supuesto). La supervivencia del pensamiento animista excluye la ciencia y se refugia en la poesía, el arte y la metafísica. Este animismo permite el diálogo de "alma a alma" y de las cosas entre sí: "Les parfums, les couleurs et les sons se répondent" ("colores y perfumes y sones se responden").

Y todos los ámbitos son impregnados por esta sed y, porosamente, entre sí se impregnan. La música, por ejemplo. Basta escuchar la precursora Sexta sinfonía en fa mayor, op. 68 "Pastoral" de Beethoven. Allí no hay música solamente; allí hay paisaje y devenires del paisaje (amanecer, siesta, estallido de la tempestad, la calma posterior). El oído menos educado puede percibir la conjunción de música y colores; y sensaciones olfativas, porqué no. Aroma a brizna empapada de rocío; cortezas frescas; olor a tierra mojada en el remolineo acuoso.

Si la Pastoral remite al paisaje, la Coral lo hace a la literatura. La voz humana incorpora a Schiller junto con la orquesta. Y poco después, el romanticismo inventa un subgénero (o inter-género), el Poema Sinfónico. Libertad expresiva, sin normativas, pero siempre remedando a un texto literario, una meditación sobre un cuadro, una leyenda, un episodio heroico. Los Preludios de Liszt se basan en las Meditaciones de Lamartine; textos de Dante, de Goethe, de Shakespeare, inspiran algunas de las mejores partituras. La culminación se da con Wagner, denostado al principio hasta un grado superlativo. No por casualidad Baudelaire, contra la corriente, escribe, tras el estreno de Tanhäuser, una de las primeras críticas medulosas y favorables a este arte nuevo. La página sigue siendo antológica. Wagner ha irrumpido con la idea del drama "total". En sus obras, alejadas de la operística italiana, el texto no es secundario ni un libreto librado al azar de cualquier poetastro. Él mismo los compone, y un sustrato filosófico sólido les priva de banalidad. Poesía, filosofía y música, pero también la escenografía grandiosa y simbólica. Y la consolidación del leitmotiv, anticipado por Weber y Liszt, pero llevado por Wagner a la consecuencia última: una idea, un objeto, un ser viviente, una emoción, una fuerza sobrenatural, pueden ser plasmados simbólicamente por un tema o motivo musical claramente definido, y usado recurrentemente, directa o subliminalmente, a través de toda la obra.

Las correspondencias inundan la pintura. Ya mencionamos a Blake. En Francia, Delacroix (otro de los dilectos de Baudelaire) muestra que la pintura puede ir de la mano de la poesía y la música, y Baudelaire, autor de algunas de las mejores páginas de crítica de arte del siglo XIX, cantará a pintores, a esculturas, a viñetas. Es un poeta inundado de óleo, de luces, de sombras más aún, como lo está de perfumes en toda su gama.

No hay que extrañar que el simbolismo pictórico lo reivindique. Como alguien dijo, "el simbolismo es un medio de comunicación con el misterio de las cosas, con su realidad secreta, mágica, religiosa". Hay un hálito místico en los cuadros de Odilon Redon (párpados cerrados pero abiertos hacia una sacra interioridad), del hierático Puvis de Chavannes, del suntuoso Gustave Moreau; para ellos, la ciencia y la filosofía han hallado parte de la verdad, pero no toda. La otra se esconde tras los símbolos, inteligibles o ininteligibles, que la pintura finisecular del XIX se empecinará en mostrar como contracara sensible del más insensible de los mundos.

*
El soneto Correspondences se yergue, magistral, fundacional o retrospectivo a un mundo en que los diálogos de todo y todos eran posibles. El poeta asume la voz hablada en un paraíso perdido, el del individuo, el de la humanidad. La corrupción imperante es trascendida en el símbolo; el símbolo sustituye a la realidad. Es una traducción. El propio Baudelaire lo dirá en una de sus páginas en prosa:"Ahora bien, ¿qué es un poeta (tomo la palabra en su acepción más extensa) sino un traductor, un descifrador? En los poetas excelentes no hay metáfora, comparación o epíteto que esté adaptado con exactitud matemática a la circunstancia actual, porque comparaciones, metáforas y epítetos son recogidos del fondo inagotable de la analogía universal y no podrían ser tomados en otro lugar".

Correspondences tuvo sus precursores: el alemán Ludwig Tieck ya había señalado la fraternidad del perfume con el canto y el color; traductor de Shakespeare, éste mismo la trasluce en algunos versos de La Tempestad. Y Hoffmann dirá, por boca de su personaje Kreisler, que la música es "el misterioso sánscrito de la Naturaleza expresado en sonidos, que llena de nostalgias el corazón humano, por cuanto sólo en ella el hombre comprende el canto de los árboles, de las flores, de los animales, de las hierbas y de los pájaros". Pero en esta genética del poema, también hay hijos ilustres. Como el poema À Clymène, de Verlaine o el celebérrimo soneto de Rimbaud, Voyelles (Vocales).


La floresta de símbolos baudelaireana se ha convertido aquí en primigenia cuna; cuna de los fonemas que procrean el mundo, que lo nombran, y al Amor nombran también ("que al sol mueve y las estrellas…"), cabalísticos signos de un mundo ya perdido y que sólo la poesía podrá tornar resucitable.


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[1] Michel Foucault: Las palabras y las cosas: una arqueología de las ciencias humanas. Trad. de Elsa Cecilia Frost. Buenos Aires: Siglo XXI, 2005. Pp. 26-52.
[2] Paracelso: Liber Paramirum, 1559. Cit. por Foucault, p. 29.
[3] Agrego estas paradojas: ya en el supuesto ámbito del racionalismo, Descartes dirá que su nuevo método le es revelado "en un sueño" lleno de símbolos y también es conocida la hipótesis de un "Genio Maligno" dentro de su sistema; y el gran astrónomo Johannes Kepler basa parte de su procedimiento en "exactitudes de la astrología" fundadas en correspondencias de orden simbólico.
[4] Paracelso: Archidoxis magica, 1559. Cit. por Foucault, p. 41.
[5] Concepto que hoy ha revitalizado Gadamer (véase, v. g., La actualidad de lo bello, editada en español por Paidós) para mostrar que no existe ruptura sino continuidad entre el "gran arte" clásico, vanguardias y post-vanguardias.





Mauvais Sang
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J'ai de mes ancêtres gaulois l'oeil bleu blanc, la cervelle étroite, et la maladresse dans la lutte. Je trouve mon habillement aussi barbare que le leur. Mais je ne beurre pas ma chevelure.
Les Gaulois étaient les écorcheurs de bêtes, les brûleurs d'herbes les plus ineptes de leur temps.
D'eux, j'ai : l'idolâtrie et l'amour du sacrilège ; - Oh ! tous les vices, colère, luxure, - magnifique, la luxure ; - surtout mensonge et paresse.
J'ai horreur de tous les métiers. Maîtres et ouvriers, tous paysans, ignobles. La main à plume vaut la main à charrue. - Quel siècle à mains ! - Je n'aurai jamais ma main. Après, la domesticité mène trop loin. L'honnêteté de la mendicité me navre. Les criminels dégoûtent comme des châtrés : moi, je suis intact, et ça m'est égal.
Mais ! qui a fait ma langue perfide tellement qu'elle ait guidé et sauvegardé jusqu'ici ma paresse ? Sans me servir pour vivre même de mon corps, et plus oisif que le crapaud, j'ai vécu partout. Pas une famille d'Europe que je ne connaisse. - J'entends des familles comme la mienne, qui tiennent tout de la déclaration des Droits de l'Homme. - J'ai connu chaque fils de famille !
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Si j'avais des antécédents à un point quelconque de l'histoire de France !
Mais non, rien.
Il m'est bien évident que j'ai toujours été [de] race inférieure. Je ne puis comprendre la révolte. Ma race ne se souleva jamais que pour piller : tels les loups à la bête qu'ils n'ont pas tuée.
Je me rappelle l'histoire de la France fille aînée de l'Église. J'aurai fait, manant, le voyage de terre sainte, j'ai dans la tête des routes dans les plaines souabes, des vues de Byzance, des remparts de Solyme ; le culte de Marie, l'attendrissement sur le crucifié s'éveillent en moi parmi les mille féeries profanes. - Je suis assis, lépreux, sur les pots cassés et les orties, au pied d'un mur rongé par le soleil. - Plus tard, reître, j'aurais bivaqué sous les nuits d'Allemagne.
Ah ! encore : je danse le sabat dans une rouge clairière, avec des vieilles et des enfants.
Je ne me souviens pas plus loin que cette terre-ci et le christianisme. Je n'en finirais pas de me revoir dans ce passé. Mais toujours seul ; sans famille ; même, quelle langue parlais-je ? Je ne me vois jamais dans les conseils du Christ ; ni dans les conseils des Seigneurs, - représentants du Christ.
Qu'étais-je au siècle dernier : je ne me retrouve qu'aujourd'hui. Plus de vagabonds, plus de guerres vagues. La race inférieure a tout couvert - le peuple, comme on dit, la raison ; la nation et la science.
Oh ! la science ! On a tout repris. Pour le corps et pour l'âme, - le viatique, - on a la médecine et la philosophie, - les remèdes de bonnes femmes et les chansons populaires arrangées. Et les divertissements des princes et les jeux qu'ils interdisaient ! Géographie, cosmographie, mécanique, chimie !...
La science, la nouvelle noblesse ! Le progrès. Le monde marche ! Pourquoi ne tournerait-il pas ?
C'est la vision des nombres. Nous allons à l'Esprit. C'est très certain, c'est oracle, ce que je dis. Je comprends, et ne sachant m'expliquer sans paroles païennes, je voudrais me taire.
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Le sang païen revient ! L'esprit est proche, pourquoi Christ ne m'aide-t-il pas, en donnant à mon âme noblesse et liberté. Hélas ! l'Évangile a passé ! l'Évangile ! l'Évangile.
J'attends Dieu avec gourmandise. Je suis de race inférieure de toute éternité.
Me voici sur la plage armoricaine. Que les villes s'allument dans le soir. Ma journée est faite ; je quitte l'Europe. L'air marin brûlera mes poumons ; les climats perdus me tanneront. Nager, broyer l'herbe, chasser, fumer surtout ; boire des liqueurs fortes comme du métal bouillant, - comme faisaient ces chers ancêtres autour des feux.
Je reviendrai, avec des membres de fer, la peau sombre, l'oeil furieux : sur mon masque, on me jugera d'une race forte. J'aurai de l'or : je serai oisif et brutal. Les femmes soignent ces féroces infirmes retour des pays chauds. Je serai mêlé aux affaires politiques. Sauvé.
Maintenant je suis maudit, j'ai horreur de la patrie. Le meilleur, c'est un sommeil bien ivre, sur la grève.
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On ne part pas. - Reprenons les chemins d'ici, chargé de mon vice, le vice qui a poussé ses racines de souffrance à mon côté, dès l'âge de raison - qui monte au ciel, me bat, me renverse, me traîne.
La dernière innocence et la dernière timidité. C'est dit. Ne pas porter au monde mes dégoûts et mes trahisons.
Allons ! La marche, le fardeau, le désert, l'ennui et la colère.
À qui me louer ? Quelle bête faut-il adorer ? Quelle sainte image attaque-t-on ? Quels coeurs briserai-je ? Quel mensonge dois-je tenir ? - Dans quel sang marcher ?
Plutôt, se garder de la justice. - La vie dure, l'abrutissement simple, - soulever, le poing desséché, le couvercle du cercueil, s'asseoir, s'étouffer. Ainsi point de vieillesse, ni de dangers : la terreur n'est pas française.
- Ah ! je suis tellement délaissé que j'offre à n'importe quelle divine image des élans vers la perfection.
O mon abnégation, ô ma charité merveilleuse ! ici-bas, pourtant !
De profundis Domine, suis-je bête !
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Encore tout enfant, j'admirais le forçat intraitable sur qui se referme toujours le bagne ; je visitais les auberges et les garnis qu'il aurait sacrés par son séjour ; je voyais avec son idée le ciel bleu et le travail fleuri de la campagne ; je flairais sa fatalité dans les villes. Il avait plus de force qu'un saint, plus de bon sens qu'un voyageur - et lui, lui seul ! pour témoin de sa gloire et de sa raison.
Sur les routes, par des nuits d'hiver, sans gîte, sans habits, sans pain, une voix étreignait mon coeur gelé : "Faiblesse ou force : te voilà, c'est la force. Tu ne sais ni où tu vas ni pourquoi tu vas, entre partout, réponds à tout. On ne te tuera pas plus que si tu étais cadavre." Au matin j'avais le regard si perdu et la contenance si morte, que ceux que j'ai rencontrés ne m'ont peut-être pas vu.
Dans les villes la boue m'apparaissait soudainement rouge et noire, comme une glace quand la lampe circule dans la chambre voisine, comme un trésor dans la forêt ! Bonne chance, criais-je, et je voyais une mer de flammes et de fumées au ciel ; et, à gauche, à droite, toutes les richesses flambant comme un milliard de tonnerres.
Mais l'orgie et la camaraderie des femmes m'étaient interdites. Pas même un compagnon. Je me voyais devant une foule exaspérée, en face du peloton d'exécution, pleurant du malheur qu'ils n'aient pu comprendre, et pardonnant ! - Comme Jeanne d'Arc ! - "Prêtres, professeurs, maîtres, vous trompez en me livrant à la justice. Je n'ai jamais été de ce peuple-ci ; je n'ai jamais été chrétien ; je suis de la race qui chantait dans le supplice ; je ne comprends pas les lois ; je n'ai pas le sens moral, je suis une brute : vous trompez..."
Oui, j'ai les yeux fermés à votre lumière. Je suis une bête, un nègre. Mais je puis être sauvé. Vous êtes de faux nègres, vous maniaques, féroces, avares. Marchand, tu es nègre ; magistrat, tu es nègre ; général, tu es nègre ; empereur, vieille démangeaison, tu es nègre : tu as bu d'une liqueur non taxée, de la fabrique de Satan. - Ce peuple est inspiré par la fièvre et le cancer. Infirmes et vieillards sont tellement respectables qu'ils demandent à être bouillis. - Le plus malin est de quitter ce continent, où la folie rôde pour pourvoir d'otages ces misérables. J'entre au vrai royaume des enfants de Cham.
Connais-je encore la nature ? me connais-je ? - Plus de mots. J'ensevelis les morts dans mon ventre. Cris, tambour, danse, danse, danse, danse ! Je ne vois même pas l'heure où, les blancs débarquant, je tomberai au néant.
Faim, soif, cris, danse, danse, danse, danse !
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Les blancs débarquent. Le canon ! Il faut se soumettre au baptême, s'habiller, travailler.
J'ai reçu au coeur le coup de la grâce. Ah ! je ne l'avais pas prévu !
Je n'ai point fait le mal. Les jours vont m'être légers, le repentir me sera épargné. Je n'aurai pas eu les tourments de l'âme presque morte au bien, où remonte la lumière sévère comme les cierges funéraires. Le sort du fils de famille, cercueil prématuré couvert de limpides larmes. Sans doute la débauche est bête, le vice est bête ; il faut jeter la pourriture à l'écart. Mais l'horloge ne sera pas arrivée à ne plus sonner que l'heure de la pure douleur ! Vais-je être enlevé comme un enfant, pour jouer au paradis dans l'oubli de tout le malheur !
Vite ! est-il d'autres vies ? - Le sommeil dans la richesse est impossible. La richesse a toujours été bien public. L'amour divin seul octroie les clefs de la science. Je vois que la nature n'est qu'un spectacle de bonté. Adieu chimères, idéals, erreurs.
Le chant raisonnable des anges s'élève du navire sauveur : c'est l'amour divin. - Deux amours ! je puis mourir de l'amour terrestre, mourir de dévouement. J'ai laissé des âmes dont la peine s'accroîtra de mon départ ! Vous me choisissez parmi les naufragés, ceux qui restent sont-ils pas mes amis ?
Sauvez-les !
La raison est née. Le monde est bon. je bénirai la vie. J'aimerai mes frères. Ce ne sont plus des promesses d'enfance. Ni l'espoir d'échapper à la vieillesse et à la mort. Dieu fait ma force, et je loue Dieu.
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L'ennui n'est plus mon amour. Les rages, les débauches, la folie, dont je sais tous les élans et les désastres, - tout mon fardeau est déposé. Apprécions sans vertige l'étendu de mon innocence.
Je ne serais plus capable de demander le réconfort d'une bastonnade. Je ne me crois pas embarqué pour une noce avec Jésus-Christ pour beau-père.
Je ne suis pas prisonnier de ma raison. J'ai dit : Dieu.
Je veux la liberté dans le salut : comment la poursuivre ? Les goûts frivoles m'ont quitté. Plus besoin de dévouement ni d'amour divin. Je ne regrette pas le siècle des coeurs sensibles. Chacun a sa raison, mépris et charité : je retiens ma place au sommet de cette angélique échelle de bon sens.
Quant au bonheur établi, domestique ou non... non, je ne peux pas. Je suis trop dissipé, trop faible. La vie fleurit par le travail, vieille vérité : moi, ma vie n'est pas assez pesante, elle s'envole et flotte loin au-dessus de l'action, ce cher point du monde.
Comme je deviens vieille fille, à manquer du courage d'aimer la mort !
Si Dieu m'accordait le calme céleste, aérien, la prière, - comme les anciens saints. - Les saints ! des forts ! les anachorètes, des artistes comme il n'en faut plus !
Farce continuelle ! Mon innocence me ferait pleurer. La vie est la farce à mener par tous.
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Assez ! voici la punition. - En marche !
Ah ! les poumons brûlent, les tempes grondent ! la nuit roule dans mes yeux, par ce soleil ! le coeur... les membres...
Où va-t-on ? au combat ? je suis faible ! les autres avancent. Les outils, les armes... le temps !...
Feu ! feu sur moi ! Là ! ou je me rends. - Lâches ! - Je me tue ! Je me jette aux pieds des chevaux !
Ah !...
- Je m'y habituerai.
Ce serait la vie française, le sentier de l'honneur !


Mala sangre
Tengo de mis antepasados galos el ojo azul pálido, el cerebro estrecho y la torpeza en la lucha. Hallo mi vestimenta tan bárbara como la suya. Pero yo no me unto la cabellera con manteca. Los galos eran los desolladores de animales, los quemadores de hierba más ineptos de su tiempo.
De ellos tengo: la idolatría y el amor al sacrilegio; - ¡oh! todos los vicios, cólera, lujuria- magnífica, la lujuria; -en especial, mentira y pereza.
Me espantan todos los oficios. Maestros y obreros, todos campesinos, innobles. La mano de pluma vale igual que la mano de arado.- ¡Qué siglo de manos! - Nunca tendré mi mano. Luego, la domesticidad conduce demasiado lejos. La honradez de la mendicidad me desconsuela. Los criminales repugnan como castrados: yo estoy intacto, y me da lo mismo. Pero, ¿quién me hizo tan pérfida la lengua, que hasta aquí haya guiado, salvaguardándola, mi pereza? Sin servirme para vivir ni siquiera del cuerpo, y más ocioso que el sapo, he vivido por todas partes. No hay familia de Europa que yo no conozca.
- Me refiero a familias como la mía, que se lo deben todo a la Declaración de Derechos del Hombre. - ¡He conocido a todos los niños bien!
¡Si tuviese yo antecedentes en un punto cualquiera de la historia de Francia!
Pero no, nada.
Me es evidentísimo que siempre he sido de raza inferior. No logro comprender la rebeldía. Mi raza nunca se levantó más que para el pillaje: así los lobos con el animal que no mataron ellos.
Recuerdo la historia de la Francia hija primogénita de la Iglesia. Habría hecho, villano, el viaje a tierra santa; tengo en la cabeza caminos por las llanuras suabas, vistas de Bizancio, murallas de Solima; el culto de María, el enternecimiento por el crucificado, se despiertan en mí entre mil hechicerías profanas. - Estoy sentado, leproso, en los cacharros rotos y las ortigas, al pie de un muro roído por el sol.- Más tarde, reitre, habría vivaqueado bajo las noches de Alemania. ¡Ah! Algo más: bailo el aquelarre en un rojo calvero, con viejas y con niños.
No recuerdo más lejos que esta tierra y el cristianismo. Nunca me terminaría de ver en ese pasado. Pero siempre solo, sin familia; incluso ¿qué lengua hablaba? No me veo jamás en los consejos de Cristo; ni en los consejos de los señores, -representantes de Cristo.
¿Qué era yo en el siglo pasado? Sólo hoy vuelvo a encontrarme. No más vagabundos, no más guerras vagas. La raza inferior lo ha cubierto todo -el pueblo, como dicen-; la razón, la nación y la ciencia.
¡Oh la ciencia! Lo hemos recuperado todo. Para el cuerpo y para el alma, - el viático, - tenemos la medicina y la filosofía, - los remedios caseros y las canciones populares arregladas. ¡Y las diversiones de los príncipes, y los juegos que éstos prohibían! ¡Geografía, Cosmografía, Mecánica, Química!… ¡La Ciencia, la nueva nobleza! El progreso. ¡El mundo avanza! ¿Por qué no va a dar vueltas?
Es la visión de los números. Vamos hacia el Espíritu. Es segurísimo, es oráculo, esto que os digo. Comprendo y, como no sé explicarme sin palabras paganas, querría callarme.
¡Vuelve la sangre pagana! El Espíritu está cerca: ¿por qué no me ayuda Cristo, dando a mi alma nobleza y libertad? ¡Ay! ¡El Evangelio pasó! ¡El Evangelio!
Estoy esperando a Dios con glotonería. Soy de raza inferior desde la eternidad.
Heme en la playa armoricana. Que las ciudades se enciendan al atardecer. Mi jornada está hecha; dejo Europa. El aire del mar me quemará los pulmones, los climas perdidos me curtirán. Nadar, desmenuzar la hierba, cazar, sobre todo fumar; beber licores fuertes como metal hirviendo, - como hacían los queridos antepasados alrededor de las fogatas. Volveré, con miembros de hierro, con la piel oscura, los ojos enfurecidos: por mi máscara, me juzgarán de una raza fuerte. Tendré oro: seré ocioso y brutal. Las mujeres cuidan de estos feroces enfermos cuando regresan de los países cálidos.
Me veré mezclado en asuntos políticos. Salvado. Ahora estoy maldito, tengo horror a la patria. Lo mejor es un sueño muy borracho, en la playa.
No hay partida. -Reanudemos los caminos de aquí, cargado de mi vicio, el vicio que ha hundido sus raíces de sufrimiento a mi lado, desde la edad del juicio- que asciende al cielo, me golpea, me tira, me arrastra.
La última inocencia y la última timidez. Está dicho. No traer al mundo ni mis repugnancias ni mis traiciones. ¡Adelante! La marcha, la carga, el desierto, el aburrimiento y la cólera.
¿A quién alquilarme? ¿Qué alimaña hay que adorar? ¿Qué santa imagen atacamos? ¿Qué corazones romperé? ¿Qué mentira debo sostener?- ¿Qué sangre pisotear?
Mejor, guardarse de la injusticia. - La vida dura, el embrutecimiento simple-, alzar, con el puño descarnado, la tapa del ataúd, incorporarse, asfixiarse. Así, ninguna vejez, ningún peligro: el terror no es francés.
¡Ah! Estoy tan desesperado, que a cualquier imagen divina ofrezco impulsos hacia la perfección.
¡Oh mi abnegación, oh mi caridad maravillosa! ¡Aquí abajo, no obstante!
De profundis, Domine, ¡seré tonto!
Ya desde muy niño admiraba al forzado irreductible tras el cual se cierran siempre las puertas de la prisión; visitaba los albergues y los alojamientos que el podía haber consagrado con su estancia; veía con su idea el cielo azul y el trabajo florido del campo, olfateaba su fatalidad en las ciudades. Tenía más fuerza que un santo, más sentido común que un viajero -y él ¡él solo! era testigo de su gloria y de su razón. Por los caminos, en noches de invierno, sin cobijo, sin ropa, sin pan, una voz me atenazaba el corazón helado: "Debilidad o fuerza; hete aquí: es la fuerza. No sabes ni adónde ni por qué vas; entra en todas partes, contesta a todo. No te matarán más que si fueras cadáver". Por la mañana, tenía la mirada tan perdida y la compostura tan muerta, que quienes me encontré quizá no me vieran.
En las ciudades el fango se me aparecía súbitamente rojo y negro, como un espejo cuando la lámpara deambula por la habitación contigua, ¡como un tesoro en el bosque! Buena suerte, gritaba yo, y veía un mar de llamas y de humo en el cielo; y, a izquierda, a derecha, todas las riquezas, llameando como millones de truenos.
Pero la orgía y la camaradería de las mujeres me estaban prohibidas. Ni siquiera un compañero. Me veía ante una multitud exasperada, delante del pelotón de ejecución, llorando la desgracia de que no hubieran podido comprender, y perdonando.
- ¡Igual que Juana de Arco! - "Sacerdotes, profesores, maestros, os equivocáis al entregarme a la justicia. Yo nunca formé parte de este pueblo, yo nunca fui cristiano; soy de la raza que cantaba en el suplicio; no comprendo las leyes; no tengo sentido moral, soy un bruto, os equivocáis…" Sí, tengo los ojos cerrados a vuestra luz. Soy una alimaña, un negro. Pero puedo salvarme. Vosotros sois falsos negros, vosotros maniáticos, feroces, avaros. Mercader, tú eres negro; general, tú eres negro; emperador, vieja comezón, tú eres negro: has bebido un licor libre de impuestos, de la fábrica de Satán. - Este pueblo está inspirado por la fiebre y el cáncer. Los tullidos y los viejos son tan respetables, que solicitan ser hervidos. - Lo más astuto es abandonar este continente donde la locura anda al acecho, para proveer de rehenes a estos miserables. Entre en el verdadero reino de los hijos de Cam. ¿Sigo conociendo la naturaleza? ¿Me conozco? - No más palabras. Amortajo a los muertos en mi vientre. Gritos, tambor, danza, danza, danza, ¡danza! Ni siquiera veo la hora en que, al desembarcar los blancos, caeré en la nada. Hambre, sed, gritos, danza, danza, danza, ¡danza!
Los blancos desembarcan. ¡El cañón! Hay que someterse al bautismo, vestirse, trabajar.
He recibido en el corazón el golpe de gracia. ¡Ah! ¡No lo tenía previsto!
No he hecho mal alguno. Los días van a serme leves, se me ahorrará el arrepentimiento. No habré conocido los tormentos del alma casi muerta para el bien, donde se alza la luz tan severa como los cirios funerarios. El destino del niño bien: ataúd prematuro, cubierto de límpidas lágrimas. Sin duda que el desenfreno es tonto, que el vicio es tonto; hay que arrojar la podredumbre aparte. ¡Pero el reloj no habrá llegado a no dar ya sino la hora del puro dolor! ¿Van a secuestrarme, como a un niño, para jugar en el paraíso, olvidado de toda desgracia? ¡Rápido! ¿Hay otras vidas? - Dormir en la riqueza es imposible. La riqueza siempre ha sido bien público. Sólo el amor divino otorga las llaves de la ciencia. Veo que la naturaleza no es sino un espectáculo de bondad. Adiós, quimeras, ideales, errores.
El canto razonable de los ángeles se eleva del navío salvador; es al amor divino. - ¡Dos amores! Puedo morir de amor terrenal, morir de entrega. ¡He dejado almas cuyo dolor aumentará con mi partida! Me escogéis entre los náufragos; quienes se quedan, ¿no son acaso amigos míos? ¡Salvadlos!
La razón me ha nacido. El mundo es bueno. Bendeciré la vida. Amaré a mis hermanos. Ya no son promesas de niño. Ni la esperanza de eludir la vejez y la muerte. Dios es mi fuerza, y yo alabo a Dios.
El aburrimiento ya no es mi amor. Las rabias, los desenfrenos, la locura, cuyos impulsos todos, cuyos desastres conozco, -toda mi carga está depositada. Valoremos sin vértigo el alcance de mi inocencia.
Ya no sería capaz de solicitar el consuelo de una paliza. No me creo embarcado hacia una boda con Jesucristo por suegro. No soy prisionero de mi razón. He dicho: Dios. Quiero la libertad dentro de la salvación: ¿cómo perseguirla? Los gustos frívolos me han abandonado. Ya no hay necesidad de entrega ni de amor divino. No añoro el siglo de los corazones sensibles. Cada cual tiene su razón, desprecio y caridad: yo conservo mi puesto en lo alto de la angélica escala del sentido común.
En cuanto a la felicidad establecida, doméstica o no… no, no la quiero. Me disipo demasiado, soy demasiado débil. La vida florece por el trabajo, vieja verdad; pero mi vida no pesa lo suficiente, se eleva y flota muy por encima de la acción, ese querido lugar del mundo.
¡Qué solterona me estoy volviendo, por falta de valor para amar a la muerte!
Si Dios me concediera la calma celestial, aérea, la plegaria, - como a los antiguos santos. - ¡Los santos! ¡Gente fuerte! ¡Los anacoretas! ¡Unos artistas como ya no hacen falta! ¡Farsa continua! Mi inocencia me haría llorar. La vida es la farsa a sostener entre todos.
¡Basta! Llega el castigo. - ¡Adelante!
¡Ah! ¡Los pulmones arden, las sienes braman! ¡La noche me da vueltas en los ojos, con ese sol! El corazón… Los miembros… ¿A dónde vamos? ¿Al combate? ¡Soy débil! Los demás avanzan. Los aperos, las armas… ¡el tiempo!… ¡Fuego! ¡Fuego contra mí! ¡Aquí! O me rindo. - ¡Cobardes!
- ¡Me mato! ¡Me arrojo a los cascos de los caballos!
¡Ah!…
- Ya me acostumbraré.
¡Sería la vida francesa, el sendero del honor!





' MALA SANGRE '




Nunca fui de este pueblo
Jamás fui un cristiano no!
Siempre fui raza inferior
A quien venderme, que bestia adorar
A que imagen santa atacar
Que corazones destrozaré
Que mentira debo sostener
Sobre que sangre caminaré?
Ahora maldito estoy Seré ocioso y brutal
No soy ni fui un prisionero De mi razón
Si Dios me concederá la calma celestial
Gritos, tambor, hambre, sed
A quien venderme, que bestia adorar
A que imagen santa atacar
Que corazones destrozaré
Que mentira debo sostener
Sobre que sangre ahora caminaré?
La vida una farsa Mi inocencia podría hacerme llorar (x2)
Nunca fui de este pueblo Jamás fui un cristiano no!
Siempre fui raza inferior
A quien venderme…(venderme)
A que imagen Que corazones…(razones)
Que mentira…a…tira..a…a
A quien venderme, que bestia adorar
A que imagen santa atacar
Que corazones destrozaré…ie…ie!


PREGUNTAS

1. ¿Cómo entienden el mundo y la realidad los simbolistas?
2. ¿Por qué se le atribuye a Baudelaire la condición de poeta maldito?
3. ¿En qué consisten las correspondencias a las que se refieren Baudelaire y los simbolistas?
4. ¿Crees en las correspondencias? Explica tu respuesta y si puedes ilústrala con algún ejemplo.
5. ¿Qué relación existe entre el arte y el mal?

2 comentarios:

  1. Hola! me gusta la foto del perro,me gusta baudelaire,rimbaud...me gusta tu blog.
    =) saludos!!!

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  2. gracias!!! ese es mi perro pascual y ese es el mar de mi barrio miraflores. me gusta también tu blog, me gusta lo gótico, ¿dónde estás, en qué parte de méxico?

    un abrazo,
    martin

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