viernes, 6 de mayo de 2011

Segunda lectura recomendada. Vargas Llosa. El arte de mentir

EL ARTE DE MENTIR


Desde que escribí mi primer cuento me han preguntado si lo que escribía "era verdad". Aunque mis respuestas satisfacen a veces a los curiosos, a mí me queda rondando, cada vez que contesto a esa pregunta, no importa cuán sincero sea, la incómoda sensación de haber dicho algo que nunca da en el centro del blanco.
Si las novelas son ciertas o falsas importa a la gente tanto como que sean buenas o malas y muchos lectores, consciente o inconscientemente, hacen depender lo segundo de lo primero. Los inquisidores españoles, por ejemplo, prohibieron que se publicaran o importaran novelas en las colonias hispanoamericanas con eI argumento de que esos Iibros disparatados y absurdos -es decir, mentirosos- podían ser perjudiciales para la salud espiritual de los indios. Por esta razón, los hispanoamericanos leyeron ficciones de contrabando durante trescientos años y la primera novela que,
con tal nombre, se publicó en América española apareció sólo después de la independencia (en México, en 1816). Al prohibir no unas obras determinadas sino un género Iiterario en abstracto, el Santo Oficio estableció algo que a sus ojos era una ley sin excepciones: que las novelas siempre mienten, que todas elIas ofrecen una visión falaz de la vida.
Hace años escribí un trabajo ridiculizando a-esos--fanáticos arbitrarios, capaces de una generalización semejante. Ahora pienso que los inquisidores españoles fueron los primeros en entender -antes que los críticos y que los propios novelistas la naturaleza de la ficción y sus propensiones sediciosas.

En efecto, las novelas mienten -no pueden hacer otra cosa- pero ésa es sólo una parte de la historia. La otra es que, mintiendo, expresan una curiosa verdad, que sólo puede expresarse disimulada y encubierta, disfrazada de lo que no es. Dicho así, esto tiene el aire de un galimatías.
Pero, en realidad, se trata de algo muy sencillo. Los hombres no están contentos con su suerte y casi todos -ricos o pobres, geniales o mediocres,
celebres u oscuros- quisieran una vida distinta de la que llevan. Para aplacar -tramposamente- ese apetito nacieron las ficciones. ElIas se escriben y se leen para que los seres humanos tengan las vidas que no se resignan a no tener. En eI embrión de toda novela hay una inconformidad y un deseo inalcanzado. (Significa esto que novela es sinónimo de irrealidad?
(Que los introspectivos bucaneros de Conrad, los morosos aristócratas proustianos, los anónimos hombrecillos castigados por la adversidad de Kafka y los eruditos metafísicos de los cuentos de Borges nos exaltan o nos
conmueven porque no tienen nada que ver con nosotros, porque nos es imposible identificar sus experiencias con las nuestras? Nada de eso. Conviene pisar con cuidado, pues este camino -el de la verdad y la mentira en el mundo de la ficción- está sembrado de trampas y los invitadores oasis suelen ser espejismos.
¿Qué quiere decir que una novela siempre miente? No lo que creyeron los oficiales y cadetes del Colegio Militar Leoncio Prado, donde -en apariencia, al menos- sucede mi primera novela, La ciudad y los perros, que quemaron el libro acusándolo de calumnioso a la institución. Ni lo que pensó mi primera mujer aI leer otra de mis novelas, La tía Julia y el escribidor, y que,
sintiéndose incorrectamente retratada en elIa, ha pubIicado luego un libro que pretende restaurar la verdad alterada por la ficción. Desde luego que en ambas historias hay más invenciones, tergiversaciones y exageraciones que recuerdos y que, al escribirlas, nunca pretendí ser anecdóticamente fiel a unos hechos y personas anteriores y ajenos a la novela. En ambos casos, como en todo lo que he escrito, partí de algunas experiencias aún vivas en mi memoria y estimulantes para mi imaginación y -fantaseé algo que refleja de manera muy infiel esos materiales de trabajo: No -se escriben novelas
para contar la vida sino para transformarla, añadiéndole algo. En las novelitas del francés Restif de La Bretonne la realidad no puede ser más fotográfica, elIas son un catálogo de las costumbres del siglo XVIII francés. En estos cuadros costumbristas tan laboriosos, en los que todo semeja la vida real, hay sin embargo algo diferente, mínimo y revolucionario. Que en ese mundo los hombres no se enamoran de las damas por la pureza de sus facciones, la galanura de su cuerpo, sus prendas espirituales, etc., sino, exclusivamente, por la belleza de sus pies. (Se ha llamado, por eso, "bretonismo" al fetichismo del botín.) De una manera menos cruda y explicita, y también menos consciente, todas las novelas rehacen la realidad -embelleciéndola o empeorándola- como lo hizo, con deliciosa ingenuidad, el profuso Restif. En esos sutiles o groseros agregados a la vida -en los que el novelista materializa sus obsesiones- reside la originalidad de una ficción. Ella es más profunda cuanto más ampliamente exprese una necesidad general y cuantos más sean, a lo largo del espacio y del tiempo, los lectores que identifiquen, en esos contrabandos filtrados a la vida, los oscuros demonios que los desasosiegan. ¿Hubiera podido yo, en aquellas novelas, intentar una escrupulosa exactitud con los recuerdos?
Ciertamente. Pero aún si hubiera conseguido esa proeza aburrida de sólo narrar hechos ciertos y describir personajes cuyas biografías se ajustaban como un guante a las de sus modelos, mis novelas no hubieran sido, por eso, menos mentirosas o más verdaderas de lo que son.
Porque no es la anécdota lo que en esencia decide la verdad o la mentira de una ficción. Sino que ella no sea vivida sino escrita, que esté hecha de palabras y no de experiencias vivas. AI traducirse en palabras, los hechos sufren una modificación profunda. EI hecho real -Ia sangrienta batalla en la que tomé parte, el perfil gótico de la muchacha que amé- es uno, en tanto
que los signos que pueden describirlo son innumerables. AI elegir unos y descartar otros, el novelista privilegia una y asesina otras mil posibilidades o versiones de aquello que describe: esto, entonces, muda de naturaleza, lo que describe se convierte en lo descrito. ¿Me refiero sólo al caso del escritor realista, aquella secta, escuela o tradición a la que pertenezco cuyas novelas relatan sucesos que los lectores pueden reconocer como posibles a través de su propia experiencia de la realidad?

Parecería, en efecto, que para el novelista de estirpe fantástica, que describe mundos irreconocibles y notoriamente inexistentes, no se plantea siquiera el cotejo entre la realidad y la ficción. Lo cierto es que sí se plantea,
pero de otra manera. La "irreaIidad" de la Iiteratura fantástica se vuelve, para el lector, símbolo o alegoría, es decir, representación de realidades, de experiencias que se puede identificar como posibles en la vida. Lo importante es esto: no es el carácter "realista" o "fantástico" de una anécdota lo que traza la línea fronteriza entre verdad y mentira en la ficción.
A esta primera modificación -la que imprimen las palabras a los hechos- se entrevera una segunda, no menos radical: la del tiempo. La vida real fluye y no se detiene, es inconmensurable, un caos en el que cada historia se mezcla con todas las historias y por lo mismo no empieza ni termina jamás. La vida de la ficción es un simulacro en el que aquel vertiginoso desorden se torna orden: organización, causa y efecto, fin y principio.
La soberanía de una novela no está dada sólo por el lenguaje en que está escrita. También, por su sistema temporal, la manera cómo discurre en ella la existencia: cuándo se detiene y cuándo se acelera y cuál es la perspectiva cronológica del narrador para describir ese tiempo narrado. Si entre las palabras y los hechos hay una distancia, entre el tiempo real y el de una ficción hay siempre un abismo. EI tiempo novelesco es un artificio fabricado para conseguir efectos psicológicos. En él el pasado puede ser posterior al presente -el efecto preceder a la causa- como en ese relato de Alejo Carpentier, Viaje a la semilla, que comienza con la muerte de un hombre anciano y continúa hasta su gestación, en el claustro materno; o ser
sólo pasado remoto que nunca llega a disolverse en el pasado próximo desde el que narra el narrador, como en la mayoría de las novelas clásicas; o ser eterno presente sin pasado ni futuro, como en las ficciones de Samuel
Beckett; o un laberinto en que pasado, presente y futuro coexisten, anulándose, como en The Sound and the Fury, de Faulkner.
Las novelas tienen principio y fin y, aun en las más informes y espasmódicas, la vida adopta un sentido que podemos percibir porque ellas nos ofrecen una perspectiva que la vida verdadera, en la que estamos inmersos, no nos da jamás. Ese orden es invención, un añadido del novelista, ese simulador que aparenta recrear la vida cuando en verdad la rectifica. A veces sutil, a veces brutalmente, la ficción traiciona la vida, encapsulándola en una trama de palabras que la reducen de escala y la
ponen al alcance del lector. Este puede, así, juzgarla, entenderIa, y, sobre todo, vivirla con una impunidad que la vida verdadera no Ie consiente.
¿Que diferencia hay, entonces, entre una ficción y un reportaje periodístico o un libro de historia? ¿ No están compuestos ellos de palabras? ¿No encarcelan acaso en el tiempo artificial del relato ese torrente sin riberas, el tiempo real? Se trata de sistemas opuestos de aproximación a lo real: en tanto que la novela se rebela y transgrede la vida, aquellos géneros no pueden dejar de ser sus escIavos. La noción de verdad o mentira funciona de manera distinta en ambos casos. Para el periodismo o la historia, depende del cotejo entre lo escrito y la realidad que la inspira: a más cercanía más verdad y a más distancia más mentira. Decir que la Historia de la Revolución Francesa de Michelet o la Historia de la Conquista del Perú de Prescott son "novelescas" es vejarIas, insinuar que carecen de seriedad. Documentar los errores históricos de La guerra y la paz sobre las guerras napoleónicas sería una perdida de tiempo: la verdad de la novela no depende de eso. ¿De qué, entonces?, De su propia capacidad de persuasión, de la fuerza comunicativa de su fantasía, de la habilidad de su magia.! Toda buena novela dice Ia .verdad y toda mala novela miente. Porque "decir la verdad" para una novela significa hacer vivir al lector una ilusión y "mentir” ser incapaz de lograr esa superchería. La novela es, pues, un género amoral, o, más bien, de una ética sui generis, para la cual verdad o mentira son conceptos excIusivamente estéticos. Arte "enajenante", es de constitución anti-brechtiana: si no hay "ilusión" no hay novela. De lo que Ilevo dicho, parecería desprenderse que la ficción es una fabulación gratuita, una prestidigitación sin trascendencla. Todo lo contrario: por delirante que sea, hunde sus raíces en la experiencia humana, de la que se nutre y a la que alimenta. Un tema recurrente en la historia de la ficción es: el riesgo que entraña tomar al pie de la letra lo que dicen las novelas, creer que la vIda es como ellas la describen. Los libros de caballerías queman el seso al Quijote y lo lanzan a los caminos a alancear molinos de viento y la tragedia de Emma Bovary no hubiera ocurrido si el personaje de FIaubert no intentara parecerse a las heroínas de las novelitas románticas que lee. Por creer que la realidad es como las ficciones, Alonso Quijano y Emma sufren terribles quebrantos. ¿Los condenamos por ello? No, sus historias nos conmueven y nos admiran: su empeño imposible de vivir la ficción nos parece personificar una actitud idealista que honra a la especie. Porque querer ser distinto de lo que se es, es la aspiración humana por excelencia. De ella ha nacido lo mejor y lo peor que registra la historia. De ella han nacido también las ficciones.
Cuando leemos novelas no somos eI que somos sino también los seres hechizados entre los cuales el novelista nos traslada. EI traslado es una metamorfosis: el reducto asfixiante que es nuestra vida real se abre y salimos a ser otros, a vivir vicariamente experiencias que la ficción vuelve nuestras. Sueño lúcido, fantasía encarnada, la ficción nos completa, a nosotros, seres mutilados a quienes ha sido impuesta la atroz dicotomía de tener una sola vida y la facultad de desear mil. Ese espacio entre la vida real y los deseos y fantasías que Ie exigen ser más rica y diversa es el que ocupan las ficciones. En el corazón de todas ellas lIamea una protesta. Quien las fabuló lo hizo porque no pudo vivirlas y quien las lee (y las cree) encuentra en sus fantasmas las caras y aventuras que necesitaba para aumentar su vida. Esa es la verdad que expresan las mentiras de las ficciones: las mentiras que somos, las que nos consuelan y desagravian de nuestras nostalgias y frustraciones. ¿ Qué confianza podemos prestar, pues, al testimonio de las novelas sobre la sociedad que las produjo? ¿Eran esos hombres así? Lo eran, en el sentido de que así querían ser, de que así se veían amar, sufrir y gozar. Esas mentiras no documentan sus vidas sino los demonios que las soliviantaron, los sueños en que se embriagaron para que la vida que vivían fuera mas llevadera. Una época no está poblada sólo de seres de carne y hueso; también de los fantasmas en que se mudan para romper las barreras que los limitan.
Las mentiras de las novelas no son gratuitas: lIenan las insuficiencias de la vida. Por eso cuando la vida parece pIena y absoluta y, gracias a una fe que todo lo justifica y absorbe, los hombres se conforman con su destino, las novelas no cumplen servicio alguno. Las culturas religiosas producen poesía, teatro, no novelas.
La ficción es un arte de sociedades donde la fe experimenta alguna crisis, donde hace falta creer en algo, donde la visión unitaria, confiada y absoluta ha sido sustituida por una visión resquebrajada y una incertidumbre sobre el mundo en que se vive y el trasmundo.
Además de amoralidad, en las entrañas de las novelas anida cierto escepticismo. Cuando la cultura religiosa entra en crisis, la vida parece escurrirse de los esquemas, dogmas, preceptos que la sujetaban y se vuelve caos: ese es el momento privilegiado para la ficción.
Sus órdenes artificiales proporcionan refugio, seguridad, y en ellos se despliegan, libremente, aquellos apetitos y temores que la vida real incita y no alcanza a saciar o conjurar. La ficción es un sucedáneo transitorio de la vida. El regreso a la realidad es siempre un empobrecimiento brutal: la comprobación de que somos menos de lo que soñamos. Lo que quiere decir que a la vez que aplacan transitoriamente la insatisfacción humana, las ficciones también la azuzan, espoleando la imaginación.
Los inquisidores españoles entendieron el peligro. Vivir las vidas que uno no vive es fuente de ansiedad, un desajuste con la existencia que puede tornarse rebeldía, actitud indócil frente a lo establecido. Es comprensible que los regímenes que aspiran a controlar totalmente la vida, desconfíen de las ficciones y las sometan a censuras. Salir de sí mismo, ser otro, aunque sea ilusoriamente, es una manera de ser menos esclavo y de experimentar los riesgos de la libertad.
Londres, junio 1984

jueves, 5 de mayo de 2011

Módulo 19. Técnicas literarias y periodismo

De Artículos Periodísticos Y De Sus Autores
Enrique Arias Vega
El articulismo es un vicio. Como el consumo de drogas, el juego o el sexo, puede convertirse en una psicopatía que enganche a su practicante y ya no le permita escapar de ella.
La comparación puede parecer exagerada. Hasta ridícula, si me apuran. Pero ya me dirán a qué vienen, si no, tantos blogs que inundan hoy día el espacio cibernético. Muchos articulistas eran antes meros autores de cartas a los directores de periódicos. Otros son políticos, intelectuales y gentes del común que han encontrado en la red electrónica un territorio sin fronteras donde exponer sus puntos de vista. Finalmente, también hay columnistas digamos que convencionales, los cuales han cambiado de medio expresivo o ampliado a él el soporte de sus reflexiones para conseguir así una mayor audiencia interactiva, que dicen.
En cualquier caso, el común denominador de toda esta fauna en la que me incluyo es la vanidad. Legítima, si se quiere, pero vanidad al fin y al cabo. Eso de poder contar las verdades de uno hasta al lucero del alba proporciona un placer especial e irrepetible. Luego resulta que casi nadie se entera de lo que uno dice, pero ése es otro cantar, intrascendente, incluso, para la satisfacción onanista del propio ego.
Pues bien. Llevado de esa malformación no sé si genética o adquirida, llevo escribiendo artículos, con mayor o menor intermitencia, desde hace cuarenta años. El articulismo es un género a caballo entre el periodismo y la literatura que han ejercido de forma virtuosa escritores a los que uno admira profundamente: en los dos últimos siglos, desde Mariano José de Larra a Manolo Vázquez Montalbán, pasando por Wenceslao Fernández Flórez.
La elaboración de los artículos, en principio, no parece que sea demasiado complicada. Uno de los mejores ejercientes del oficio, el exquisito dandy César González Ruano, explicaba a mediados del siglo pasado que “un artículo es como una morcilla: dentro puedes meter lo que quieras, pero tiene que estar bien atado por los dos extremos”. La suya, claro, es una manera cínica de mostrar un aristocrático desdén hacia lo que uno hace; lo cual, obviamente, constituye la más refinada de las vanidades.
El depositario de aquella confidencia de Ruano, Paco Umbral, es a su vez un prolífico autor y un magnífico columnista. Su caso demuestra mejor que ningún otro que el articulismo es una cuestión de estilo. Innovador del lenguaje y creador de expresiones y giros literarios, en la estela de Valle-Inclán, en Umbral predomina la forma sobre el fondo. Tanto es así, que ha podido decirse de él que lleva cuarenta años escribiendo un mismo y único artículo, modulándolo y adaptándolo en el tiempo, y troceándolo con meticulosa constancia para depositar luego la correspondiente dosis diaria en la página de su periódico. Se trataría, pues, de un artículo permanente e inacabado.
Éstas, como ven, son opiniones subjetivas y tremendamente osadas, además. Es lo que precisamente permite el género periodístico que comentamos: gracias a su brevedad, al estilo liviano en que se sustenta y a su carácter fugaz, pueden formularse semejantes aserciones injustificadas que en un ensayo, en cambio, exigirían páginas y páginas de eruditas explicaciones en que basarse.
A SHARON STONE
MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN
Marie Claire, Julio 1997
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De parte de Manuel Vázquez Montalbán, escritor hispanocatalán y tal vez europeo o euroafricano, para ser más exacto.
Desde que la vi en «Instinto básico» me enamoré de usted con una intensidad sólo equivalente a la que en el pasado había sentido por Rita Hayworth en «Salomé» o por Fane Dunaway en «Bonnie and Clyde». Yo sólo puedo enamorarme de las estrellas del cine porque por las mujeres cotidianas sólo experimento compasión o nostalgia de alguna pasada compasión, en el supuesto caso de que el amor no sea un cóctel de compasión, nostalgia y unas gotas de la angostura del autoengaño. Me enamoré de usted a partir del momento en que cruza las piernas ante los policías, estrangulados aquellos hombres por ese tumor de deseo que suelen provocar las mujeres que se abren de piernas para insinuarse poseedoras de «la puerta estrecha que conduce a la ciudad doliente», metáfora dantesca, víctima el pobre Dante del terror católico al sexo femenino, único posible paraíso real capaz de competir con todos los paraísos virtuales controlados por las religiones, la telemática la última…Es usted la mejor «madre desnuda» de este fin de milenio, aunque en lontananza ya se insinúa una competidora que aún no ha acabado de connotarse en mi consciente de aprendiz de estrangulador de Boston. Me refiero a Emmanuel Beart, ante la que me contiene el haber amado en el pasado las canciones de su padre. ¿Es legítimo amar a la hija de uno de tus cantautores preferidos? No lo tengo claro y, mientras lo decido, dejo constancia de que usted reina en mi mirada interior cada vez que emprendo el viaje hacia el imaginario de la Ciudad del Sol.
Quedo a su entera o parcial disposición . martes, 15 de noviembre de 2005
Apuntes del Más Allá
Por Eduardo Galeano

Informaciones útiles. La tradición islámica prohíbe tomar vino en la Tierra, pero el Corán promete vino incesante en el Cielo. El Corán, que condena el adulterio en la Tierra, también promete bellas vírgenes y apuestos mancebos, disponibles en cantidad, para el goce eterno en el Jardín del Deleite que aguarda a los muertos virtuosos.
La tradición católica, amiga del vino en el Más Acá, no ofrece vino en el Más Allá, donde los elegidos de Dios serán sometidos a una dieta de leche y miel. Y según el dictamen del papa Juan Pablo II, en el Paraíso los hombres y las mujeres estarán juntos, pero “serán como hermanos”.
Por influencia de la vida ultraterrena o por otros motivos, hay 1300 millones de musulmanes y 1000 millones de católicos.
Pero quien mejor conoce el Cielo no es musulmán, ni católico. El telepredicador evangelista Billy Graham, cuyas luces orientan al presidente Bush en las tinieblas de este mundo, es el único ser humano que ha sido capaz de medir el reino de Dios. La Billy Graham Evangelistic Association, con sede en Minneapolis, ha revelado que el Paraíso mide mil quinientas millas cuadradas.
A fines del siglo veinte, una encuesta de Gallup indicó que ocho de cada diez estadounidenses creen que los ángeles existen. Un científico del American Institute of Physics (College Park, Md) aseguró que es imposible que más de diez ángeles puedan bailar al mismo tiempo en una cabeza de alfiler, y dos colegas del Departamento de Física Aplicada de la Universidad de Santiago de Compostela informaron que la temperatura del infierno es de 279 grados.
Mientras tanto, los servicios de telecomunicaciones de Israel dieron a conocer el número del fax de Dios (00972-25612222) y su sitio en Internet (www.kotelkam.com).
Página/12, Argentina.
El Paso, un peruano en el desierto de Texas Por Francisco Estrada
Fuente: Peru21, Lima 11/01/06
Miguel Ildefonso ganó el V Concurso Nacional de Cuento Premio Asociación Peruano Japonesa con su libro El Paso.

Su computadora reproducía videos del 'bello' David Bowie y, más arriba, un retrato del 'impresentable' Charles Bukowski dominaba la habitación del poeta Miguel Ildefonso. Por un momento, parecía que éramos parte de su libro de cuentos El Paso, donde es posible seducir a un travesti que, en realidad, es Lou Reed, o cantar, bien borracho, junto a José José, en una cantina cerca de la frontera entre Estados Unidos y México, o ser feliz bailando el Noa Noa...

Estas historias, inspiradas -en su mayor parte- en las experiencias que obtuvo Ildefonso mientras hacía una maestría en El Paso, Texas, le han permitido debutar con el pie derecho en la narrativa y ganar el V Concurso Nacional de Cuento Premio Asociación Peruano Japonesa. "Si me he demorado tanto en escribir en prosa es porque quería estar seguro de poder hacerla a mi gusto, bien musical", explica. Por ello no es gratuito que sea difícil definir algunas de las historias breves de El Paso como cuentos o poemas. "A diferencia de lo que hacía con la poesía, ahora soy más consciente del lector", refiere Ildefonso, pero su vocación poética lo traiciona -aunque sanamente-, pues su prosa se enriquece y conduce a viajes parecidos a los que enseñaba el Don Juan, de Carlos Castañeda, aunque a través de la lectura y sin peyotes psicotrópicos de por medio.

martes, 26 de abril de 2011

Primera lectura recomendada. Eagleton, Terry.

Terry Eagleton – Una introducción a la teoría literaria
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INTRODUCCIÓN: ¿QUÉ ES LA LITERATURA?
En caso de que exista algo que pueda denominarse teoría literaria, resulta obvio que hay
una cosa que se denomina literatura sobre la cual teoriza. Consiguientemente podemos principiar
planteando la cuestión ¿qué es literatura?
Varias veces se ha intentado definir la literatura. Podría definírsela, por ejemplo, como obra
de "imaginación", en el sentido de ficción, de escribir sobre algo que no es literalmente real. Pero
bastaría un instante de reflexión sobre lo que comúnmente se incluye bajo el rubro de literatura
para entrever que no va por ahí la cosa. La literatura inglesa del siglo XVII incluye a Shakespeare,
Webster, Marvell y Milton, pero también abarca los ensayos de Francis Bacon, los sermones de
John Donne, la autobiografía espiritual de Bunyan y aquello —llámese como se llame— que
escribió Sir Thomas Browne. Más aún, incluso podría llegar a decirse que comprende el Leviatan de
Hobbes y la Historia de la rebelión de Clarendon. A la literatura francesa del siglo XVII pertenecen,
junto con Corneille y Racine, las máximas de La Rochefoucauld, las oraciones fúnebres de Bossuet,
el tratado de Boilean sobre la poesía, las cartas que Madame de Sevigné dirigió a su hija, y también
los escritos filosóficos de Descartes y de Pascal. En la literatura inglesa del siglo XIX por lo general
quedan comprendidos Lamb (pero no Bentham), Macaulay (pero no Marx), Mili (pero no Darwin
ni Herbert Spencer).
El distinguir entre "hecho" y "ficción", por lo tanto, no parece encerrar muchas
posibilidades en esta materia, entre otras razones (y no es ésta la de menor importancia), porque se
trata de un distingo a menudo un tanto dudoso. Se ha argüido, pongamos por caso, que la
oposición entre lo "histórico" y lo "artístico" por ningún concepto se aplica a las antiguas sagas
islándicas1. En Inglaterra, a fines del siglo XVI y principios del XVII, la palabra "novela" se
empleaba tanto para denotar sucesos reales como ficticios; más aún, a duras penas podría aplicarse
entonces a las noticias el calificativo de reales u objetivas. Novelas e informes noticiosos no eran ni
netamente reales u objetivos ni netamente novelísticos. Simple y sencillamente no se aplicaban los
marcados distingos que nosotros establecemos entre dichas categorías2. Sin duda Gibbon pensó
que estaba consignando verdades históricas, y quizá pensaron lo mismo los autores del Génesis.
Ahora algunos leen esos escritos como si se tratase de hechos, pero otros los consideran “ficción”.
Newman, ciertamente, consideró verdaderas sus meditaciones teológicas, pero hoy en día muchos
lectores las toman como "literatura". Añádase que si bien la literatura incluye muchos escritos
objetivos excluye muchos que tienen carácter novelístico. Las tiras cómicas de Superman y las
novelas de Mills y Boon refieren temas inventados pero por lo general no se consideran como
obras literarias y ciertamente, quedan excluidos de la literatura. Si se considera que los escritos
“creadores" o "de imaginación" son literatura, ¿quiere esto decir que la historia, la filosofía y las
ciencias naturales carecen de carácter creador y de imaginación?
Quizá haga falta un enfoque totalmente diferente. Quizá haya que definir la literatura no
con base en su carácter novelístico o “imaginario” sino en su empleo característico de la lengua. De
acuerdo con esta teoría, la literatura consiste en una forma de escribir, según palabras textuales del
crítico ruso Roman Jakobson, en la cual "se violenta organizadamente el lenguaje ordinario". La
literatura transforma e intensifica el lenguaje ordinario, se aleja sistemáticamente de la forma en
que se habla en la vida diaria. Si en una parada de autobús alguien se acerca a mi y me murmura al
oído: “Sois la virgen impoluta del silencio”, caigo inmediatamente en la cuenta de que me hallo en
presencia de lo literario. Lo comprendo porque la textura, ritmo y resonancia de las palabras
exceden, por decirlo así, su significado “abstraíble” o bien, expresado en la terminología técnica de
los lingüistas, porque no existe proporción entre el significante y el significado. El lenguaje
1 Cf M I Steblin-Kamenskij, The Saga Mind (Odense, 1973)
2 Cf. Lennard J. Davis, “A Social History of Fact and Fiction: Authorial Disavowal in the Early English Novel”, en Edward W. Said
(comp ) Literature and Society (Baltimore y Londres, 1980).
Terry Eagleton – Una introducción a la teoría literaria
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empleado atrae sobre sí la atención, hace gala de su ser material, lo cual no sucede en frases como
"¿No sabe usted que hay huelga de choferes?''.
De hecho, esta es la definición de lo "literario" que propusieron los formalistas rusos, entre
cuyas filas figuraban Viktor Shklovsky, Roman Jakobson, Osip Brik, Yury Tynyanov, Boris
Eichenbaum y Boris Tomashevsky. Los formalistas surgieron en Rusia en los años anteriores a la
revolución bolchevique de 1917, y cosecharon laureles durante los años veinte, hasta que Stalin les
impuso silencio. Fue un grupo militante y polémico de críticos que rechazaron las cuasi místicas
doctrinas simbolistas que anteriormente habían influido en la crítica literaria, y que con espíritu
científico práctico enfocaron la atención a la realidad material del texto literario. Según ellos la
crítica debía separar arte y misterio y ocuparse de la forma en que los textos literarios realmente
funcionan. La literatura no era una seudorreligión, psicología o sociología sino una organización
especial del lenguaje. Tenía leyes propias específicas, estructuras y recursos, que debían estudiarse
en si mismos en vez de ser reducidos a algo diferente. La obra literaria no era ni vehículo
ideológico, ni reflejo de la realidad social ni encarnación de alguna verdad trascendental, era un
hecho material cuyo funcionamiento puede analizarse como se examina el de una máquina. La
obra literaria estaba hecha de palabras, no de objetos o de sentimientos, y era un error considerarla
como expresión del criterio de un autor Osip Brik dijo alguna vez —con cierta afectación y a la
ligera— que Eugenio Onieguin, el poema de Pushkin, se habría escrito aunque Pushkin no hubiera
existido.
El formalismo era esencialmente la aplicación de la lingüística al estudio de la literatura; y
como la lingüística en cuestión era de tipo formal, enfocada más bien a las estructuras del lenguaje
que a lo que en realidad se dijera, los formalistas hicieron a un lado el análisis del "contenido"
literario (donde se puede sucumbir a lo psicológico o a lo sociológico), y se concentraron en el
estudio de la forma literaria. Lejos de considerar la forma como expresión del contenido, dieron la
vuelta a estas relaciones y afirmaron que el contenido era meramente la "motivación" de la forma,
una ocasión u oportunidad conveniente para un tipo particular de ejercicio formal. El Quijote no es
un libro acerca de un personaje de ese nombre, el personaje no pasa de ser un recurso para
mantener unidas diferentes clases de técnicas narrativas. Rebelión en la granja (de Orwell) no era,
según los formalistas, una alegoría del estalinismo, por el contrario, el estalinismo simple y
llanamente proporcionó una oportunidad útil para tejer una alegoría. Esta desorientada insistencia
ganó para los formalistas el nombre despreciativo que les adjudicaron sus antagonistas. Aun
cuando no negaron que el arte se relacionaba con la realidad social —a decir verdad, algunos
formalistas estuvieron muy unidos a los bolcheviques— sostenían desafiantes que esta relación
para nada concernía al crítico.
Los formalistas principiaron por considerar la obra literaria como un conjunto más o menos
arbitrario de "recursos", a los que sólo más tarde estimaron como elementos relacionados entre si o
como "funciones" dentro de un sistema textual total. Entre los "recursos" quedaban incluidos
sonido, imágenes, ritmo, sintaxis, metro, rima, técnicas narrativas, en resumen, el arsenal entero de
elementos literarios formales. Estos compartían su efecto “enajenante” o “desfamiliarizante”. Lo
específico del lenguaje literario, lo que lo distinguía de otras formas de discurso era que
"deformaba" el lenguaje ordinario en diversas formas. Sometido a la presión de los recursos
literarios, el lenguaje literario se intensificaba, condensaba, retorcía, comprimía, extendía, invertía.
El lenguaje "se volvía extraño", y por esto mismo también el mundo cotidiano se convertía
súbitamente en algo extraño, con lo que no está uno familiarizado. En el lenguaje rutinario de
todos los días, nuestras percepciones de la realidad y nuestras respuestas a ella se enrancian, se
embotan o, como dirían los formalistas, se “automatizan”. La literatura, al obligarnos en forma
impresionante a darnos cuenta del lenguaje, refresca esas respuestas habituales y hace más
'perceptibles' los objetos. Al tener que luchar más arduamente con el lenguaje, al preocuparse por
él más de lo que suele hacerse, el mundo contenido en ese lenguaje se renueva vividamente. Quizá
la poesía de Gerard Manley Hopkins proporcione a este respecto un ejemplo gráfico. El discurso
literario aliena o enajena el lenguaje ordinario, pero, paradójicamente, al hacerlo, proporciona una
posesión más completa, más íntima de la experiencia. Casi siempre respiramos sin darnos cuenta
Terry Eagleton – Una introducción a la teoría literaria
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de ello el aire, como el lenguaje, es precisamente el medio en que nos movemos. Ahora bien, si el
aire de pronto se concentrara o contaminara tendríamos que fijarnos más en nuestra respiración, lo
cual quizá diera por resultado una agudización de nuestra vida corporal. Leemos una nota
garrapateada por un amigo sin prestar mucha atención a su estructura narrativa, pero si un relato
se interrumpe y después recomienza, si cambia constantemente de nivel narrativo y retarda el
desenlace para mantenernos en suspenso nos damos al fin cuenta de como está construido y, al
mismo tiempo, quizá también se haga más intensa nuestra participación. El relato, el argumento,
como dirían los formalistas, emplea recursos que “entorpecen" o "retardan" a fin de retener nuestra
atención. En el lenguaje literario, estos recursos "quedan al desnudo". Esto es lo que movió a Viktor
Shklovsky a comentar maliciosamente que Tristram Shandy, de Laurence Sterne, es una novela que
entorpece su propia línea narrativa a tal grado que a duras penas por fin comienza, y que “es la
novela más típica de la literatura mundial”
Los formalistas, por consiguiente, vieron el lenguaje literario como un conjunto de
desviaciones de una norma, como una especie de violencia lingüística: la literatura es una clase
"especial" de lenguaje que contrasta con el lenguaje “ordinario" que generalmente empleamos. El
reconocer la desviación presupone que se puede identificar la norma de la cual se aparta. Si bien el
lenguaje ordinario es un concepto del que están enamorados algunos filósofos de Oxford, el
lenguaje de estos filósofos tiene poco en común con la forma ordinaria de hablar de los cargadores
portuarios de Glasgow. El lenguaje que los miembros de estos dos grupos sociales emplean para
escribir cartas de amor usualmente difiere de la forma en que hablan con el párroco de la localidad.
No pasa de ser una ilusión el creer que existe un solo lenguaje “normal” , idea que comparten
todos los miembros de la sociedad. Cualquier lenguaje real y verdadero consiste en gamas muy
complejas del discurso, las cuales se diferencian según la clase social, la región, el sexo, la categoría
y así sucesivamente, factores que por ningún concepto pueden unificarse cómodamente en una
sola comunidad lingüística homogénea. Las normas de una persona quizá sean irregulares para
alguna otra. “Ginne” como sinónimo de “alleyway” (callejón) quizá resulte poético en Brighton
pero no pasa de ser lenguaje ordinario en Barnsley. Aun los textos más 'prosaicos' del siglo XV
pueden parecernos “poéticos” por razón de su arcaísmo. Si nos cayera en las manos algún escrito
breve, aislado de su contexto y procedente de una civilización desaparecida hace mucho, no
podríamos decir a primera vista si se trataba o no de un escrito “poético” por desconocer el modo
de hablar ordinario de esa civilización, y aun cuando ulteriores investigaciones pusieran de
manifiesto características que se “desvían” de lo ordinario no quedaría probado que se trataba de
un escrito poético pues no todas las desviaciones lingüísticas son poéticas. Consideremos el caso
del argot, del slang. A simple vista no podríamos decir si un escrito en el cual se emplean sus
términos pertenece o no a la literatura “realista" sin estar mucho mejor informados sobre la forma
en que tal escrito encajaba en la sociedad en cuestión.
Y no es que los formalistas rusos no se dieran cuenta de todo esto. Reconocían que tanto las
normas como las desviaciones cambiaban al cambiar el contexto histórico o social y que, en este
sentido, lo "poético" depende del punto donde uno se encuentra en un momento dado. El hecho de
que el lenguaje empleado en una obra parezca "alienante" o "enajenante" no garantiza que en todo
tiempo y lugar haya poseído esas características. Resulta enajenante sólo frente a cierto fondo
lingüístico normativo, pero si éste se modifica quizás el lenguaje ya no se considere literario. Si
toda la clientela de un bar usara en sus conversaciones ordinarias frases como “Sois la virgen
impoluta del silencio", este tipo de lenguaje dejaría de ser poético. Dicho de otra manera, para los
formalistas "lo literario" era una función de las relaciones diferenciales entre dos formas de
expresión y no una propiedad inmutable. No se habían propuesto definir la "literatura" sino lo
"literario", los usos especiales del lenguaje que pueden encontrarse en textos "literarios" pero
también en otros diferentes. Quien piense que la "literatura" puede definirse a base de ese empleo
especial del lenguaje tendrá que considerar el hecho de que aparecen más metáforas en
Manchester que en Marvell No hay recurso "literario" -metonimia, sinécdoque, lítote, inversión
retórica, etc. - que no se emplee continuamente en el lenguaje diario.
Sin embargo, los formalistas suponían que la “rarefacción" era la esencia de lo literario. Por
Terry Eagleton – Una introducción a la teoría literaria
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decirlo as, "relativizaban" este empleo del lenguaje, lo veían como contraste entre dos formas de
expresarse. Ahora bien, supongamos que yo oyera decir en un bar al parroquiano de la mesa de al
lado “Esto no es escribir, esto es hacer garabatos". La expresión ¿es “literaria” o “no literaria”?
Pues es literaria va que proviene de Hambre la novela de Knut Hamsun. Pero ¿cómo sé yo que
tiene un carácter literario? Al fin y al cabo no llama la atención por su calidad verbal. Podría decir
que reconozco su carácter literario porque estoy enterado de que proviene de esa novela de Knut
Hamsun. Forma parte de un texto que yo leí como novelístico, que se presenta como novela, que
puede figurar en el programa de lecturas de un curso universitario de literatura, y así
sucesivamente. El contexto me hace ver su carácter literario, pero el lenguaje en sí mismo carece de
calidad o propiedades que permitan distinguirlo de cualquier otro tipo de discurso, y quien lo
empleara en el bar no sería admirado por su destreza literaria. El considerar la literatura como lo
hacen los formalistas equivale realmente a pensar que toda literatura es poesía. Un hecho
significativo cuando los formalistas fijaron su atención en la prosa a menudo simplemente le
aplicaron el mismo tipo de técnica que usaron con la poesía. Por lo general se juzga que la
literatura abarca muchas cosas además de la poesía que incluye, por ejemplo, escritos realistas o
naturalistas carentes de preocupaciones lingüísticas o de llamativo exhibicionismo. A veces se
emplea el adjetivo excelente o (algún sinónimo) a un texto precisamente por que su lenguaje no
atrae inmoderadamente la atención. Se admira su sencillez lacónica o su atinada sobriedad ¿Y qué
decir sobre los chascarrillos, las porras deportivas, los lemas o slogans, los encabezados
periodísticos, los anuncios publicitarios, a menudo verbalmente llamativos pero que generalmente
no se clasifican como literatura?
Otro problema relacionado con la “rarificación” consiste en que, con suficiente ingenio,
cualquier texto adquiere un carácter "raro". Fijémonos en una advertencia de suyo nada ambigua
que a veces se lee en el metro londinense: “Hay que llevar en brazos a los perros por la escalera
mecánica”. Sin embargo, quizá la frase no sea tan clara o tan carente de ambigüedad como de
momento puede parecer. ¿Quiere decir que uno debe llevar un can abrazado en esa escalera?
¿Corre peligro de que se le impida usar la escalera si no encuentra un perro callejero y lo toma en
sus brazos? Muchos avisos aparentemente claros encierran ambigüedades como las que acabamos
de señalar. “La basura debe arrojarse en este cesto”, o el letrero “Salida” que se lee en las carreteras
británicas pueden resultar desconcertantes para un californiano. Con todo, aun haciendo de lado
molestas ambigüedades, es a todas luces obvio que ese aviso del metro puede considerarse como
literatura. Puede uno detenerse a considerar el staccato abrupto y amenazador de las solemnes
voces monosílabas iniciales (“hay que”). Y cuando se llega a aquello de llevar en brazos pleno de
sugerencias, quizá la mente esté considerando la posibilidad de ayudar durante toda la vida a
perros lisiados. Quizá se descubra en cada cadencia, en cada inflexión del término escalera
mecánica una imitación del movimiento ascendente y descendente de aquel dispositivo. Puede
tratarse de un empeño infructuoso, pero no mucho más infructuoso que el afirmar que se perciben
los tajos y las acometidas de los estoques en la descripción poética de un duelo. El primer enfoque
tiene al menos la ventaja de sugerir que la "literatura" puede referirse, en todo caso, tanto a lo que
la gente hace con lo escrito como a lo que lo escrito hace con la gente.
Aun cuando alguien leyera el aviso en la forma indicada, subsistiría la posibilidad de leerlo
como poesía, que es sólo una parte de lo que usualmente abarca la literatura. Por lo tanto,
consideraremos otra forma de “malinterpretar" un letrero que puede conducirnos todavía un poco
más lejos. Imagine a un ebrio noctámbulo, derrumbado sobre el pasamanos de la escalera
mecánica, que lee y relee el letrero con laboriosa atención durante varios minutos y musita “¡Qué
gran verdad!” ¿En qué tipo de error se ha incurrido en ese momento? En realidad, el ebrio aquel
considera el letrero como una expresión de significado general e incluso de trascendencia cósmica.
Al aplicar a esas palabras ciertos ajustes o convencionalismos relacionados con la lectura, el ebrio de
marras las arranca de su contexto inmediato, hace generalizaciones basándose en ellas, y les
atribuye un significado más amplio y profundo que la finalidad pragmática a que estaban
destinadas. Ciertamente, todo esto parecería ser una operación relacionada con lo que la gente
llama literatura. Cuando el poeta nos dice que su amor es cual rosa encarnada, sabemos,
Terry Eagleton – Una introducción a la teoría literaria
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precisamente porque recurrió a la métrica para expresarse, que no hemos de preguntarnos si
realmente estuvo enamorado de alguien que, por extrañas razones, le pareció que tenía semejanza
con una rosa. El poeta simplemente ha expresado algo referente a las mujeres y al amor en
términos generales. Por consiguiente, podríamos decir que la literatura es un discurso "no
pragmático”. Al contrario de los manuales de biología o los recados que se dejan para el lechero, la
literatura carece de un fin práctico inmediato, y debe referirse a una situación de carácter general.
Algunas veces —no siempre— puede emplear un lenguaje singular como si se propusiera dejar
fuera de duda ese hecho, como si deseara señalar que lo que entra en juego es una forma de hablar
sobre una mujer en vez de una mujer en particular, tomada de la vida real. Este enfoque dirigido a
la manera de hablar y no a la realidad de aquello sobre lo cual se habla, a veces se interpreta como
si con ello se quisiera indicar que entendemos por literatura cierto tipo de lenguaje autorreferente,
un lenguaje que habla de sí mismo.
Con todo, también esta forma de definir la literatura encierra problemas. Por principio de
cuentas, probablemente George Orwell se habría sorprendido al enterarse de que sus ensayos se
leerían como si los temas que discute fueran menos importantes que la forma en que los discute.
En buena parte de lo que se clasifica como literatura el valor-verdad y la pertinencia práctica de lo
que se dice se considera importante para el efecto total. Pero aun si el tratamiento "no pragmático"
del discurso es parte de lo que quiere decirse con el término "literatura", se deduce de esta
"definición" que, de hecho, no se puede definir la literatura "objetivamente". Se deja la definición
de literatura a la forma en que alguien decide leer, no a la naturaleza de lo escrito. Hay ciertos tipos
de textos -poemas, obras dramáticas, novelas— que obviamente no se concibieron con "fines
pragmáticos", pero ello no garantiza que en realidad vayan a leerse adoptando ese punto de vista.
Yo podría leer lo que Gibbon relata sobre el Imperio Romano no porque mi despiste llegue al
grado de pensar que allí encontraré información digna de crédito sobre la Roma de la antigüedad,
sino porque me agrada la prosa de Gibbon o porque me deleitan las representaciones de la
corrupción humana sea cual fuere su fuente histórica. También puedo leer el poema de Robert
Burns —suponiendo que yo fuese un horticultor japonés- porque no había yo aclarado si en la
Inglaterra del siglo XVIII florecían o no las rosas rojas. Se dirá que esto no es leer el poema "como
literatura", pero, ¿podría decirse que leo los ensayos de Orwell como literatura siempre y cuando
generalice yo lo que él dice sobre la Guerra Civil española y lo eleve a la categoría de declaraciones
de valor cósmico sobre la vida humana? Es verdad que muchas de las obras que se estudian como
literatura en las instituciones académicas fueron "construidas" para ser leídas como literatura, pero
también es verdad que muchas no fueron "construidas" así. Un escrito puede comenzar a vivir
como historia o filosofía y, posteriormente, ser clasificado como literatura; o bien puede empezar
como literatura y acabar siendo apreciado por su valor arqueológico. Algunos textos nacen
literarios; a otros se les impone el carácter literario. A este respecto puede contar mucho más la
educación que la cuna. Quizá lo que importe no sea de dónde vino uno sino cómo lo trata la gente.
Si la gente decide que tal o cual escrito es literatura parecería que de hecho lo es,
independientemente de lo que se haya intentado al concebirlo.
En este sentido puede considerarse la literatura no tanto como una cualidad o conjunto de
cualidades inherentes que quedan de manifiesto en cierto tipo de obras, desde Beowulf hasta
Virginia Woolf, sino como las diferentes formas en que la gente se relaciona con lo escrito. No es
fácil separar, de todo lo que en una u otra forma se ha denominado "literatura", un conjunto fijo de
características intrínsecas. A decir verdad, es algo tan imposible como tratar de identificar el rasgo
distintivo y único que todos los juegos tienen en común. No hay absolutamente nada que
constituya la "esencia" misma de la literatura. Cualquier texto puede leerse sin "afán pragmático",
suponiendo que en esto consista el leer algo como literatura; asimismo, cualquier texto puede ser
leído "poéticamente". Si estudio detenidamente el horario-itinerario ferrocarrilero, no para
averiguar qué conexión puedo hacer, sino para estimularme a hacer consideraciones de carácter
general sobre la velocidad y la complejidad de la vida moderna, podría decirse que lo estoy
leyendo como literatura. John M. Ellis sostiene que el término "literatura" funciona en forma muy
parecida al término "hierbajo". Los hierbajos no pertenecen a un tipo especial de planta; son
Terry Eagleton – Una introducción a la teoría literaria
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plantas que por una u otra razón estorban al jardinero.3 Quizá "literatura" signifique precisamente
lo contrario: cualquier texto que, por tal o cual razón, alguien tiene en mucho. Como diría un
filósofo, "literatura" y "hierbajo" son términos más funcionales que ontológicos, se refieren a lo que
hacemos y no al ser fijo de las cosas. Se refieren al papel que desempeña un texto o un cardo en un
contexto social, a lo que lo relaciona con su entorno y a lo que lo diferencia de él, a su
comportamiento, a los fines a los que se le puede destinar y a las actividades humanas que lo
rodean. En este sentido, "literatura" constituye un tipo de definición hueca, puramente formal.
Aunque dijéramos que no es un tratamiento pragmático del lenguaje, no por eso habríamos
llegado a una esencia de la literatura porque existen otras aplicaciones del lenguaje, como los
chistes, pongamos por caso. De cualquier manera, dista mucho de quedar claro que se pueda
distinguir con precisión entre las formas "prácticas" y las "no prácticas" de relacionarse con el
lenguaje. Evidentemente no es lo mismo leer una novela por gusto que leer un letrero en la
carretera para obtener información. Pero ¿qué decir cuando se lee un manual de biología para
enriquecer la mente? ¿Constituye esto, una forma pragmática de tratar el lenguaje? En muchas
sociedades la "literatura" ha cumplido funciones de gran valor práctico, como las de carácter
religioso. Distinguir tajantemente entre lo "práctico" y lo "no práctico" sólo resulta posible en una
sociedad como la nuestra, donde la literatura en buena parte ha dejado de tener una función
práctica. Quizá se esté presentando como definición general una acepción de lo "literario" que en
realidad es históricamente específica
Por lo tanto, aun no hemos descubierto el secreto de por qué Lamb, Macaulay y Mill son
literatura, mientras que, en términos generales, no lo son ni Bentham, ni Marx, ni Darwin. Quizá la
respuesta sin complicaciones sea que los tres primeros son ejemplos de lo "bien escrito" pero no los
otros tres. Esta respuesta encierra la desventaja de que en gran parte es errónea (al menos a juicio
mío), pero presenta la ventaja de sugerir, de un modo general, que la gente denomina "literatura" a
los escritos que le parecen buenos. Evidentemente a esto último se puede objetar que si fuera
enteramente cierto no habría nada que pudiera llamarse mala literatura. Me parece que quizás se
exagera el valor de Lamb y Macaulay, pero esto no significa necesariamente que vaya a dejar de
considerarlos como literatura. A usted le puede parecer que Raymond Chandler es bueno dentro
de su género, aunque no sea precisamente literatura. Por otra parte, si Macaulay realmente fuera un
mal escritor, si desconociera totalmente la gramática y sólo pareciera interesarse en los ratones
blancos entonces es probable que la gente no daría a su obra el nombre de literatura, ni siquiera el
de mala literatura. Parecería, pues, que los juicios de valor tienen ciertamente mucho que ver con
lo que se juzga como literatura y con lo que se juzga que no lo es, si bien no necesariamente en el
sentido de que un escrito, para ser literario, tenga que caber dentro de la categoría de lo “bien
escrito”, sino que tiene que pertenecer a lo que se considera “bien escrito” aun cuando se trate de un
ejemplo inferior de una forma generalmente apreciada. Nadie se tomaría la molestia de decir que
un billete de autobús constituye un ejemplo de literatura inferior, pero si podría decirlo acerca de
la poesía de Ernest Dowson. Los términos bien escritos o bellas letras son ambiguos en este
sentido: denotan una clase de composiciones generalmente muy apreciadas pero que no
comprometen a opinar que es “bueno” tal o cual ejemplo en particular.
Con estas reservas, resulta iluminadora la sugerencia de que “literatura” es una forma de
escribir altamente estimada, pero encierra una consecuencia un tanto devastadora significa que
podemos abandonar de una vez por todas la ilusión de que la categoría “literatura” es “objetiva”,
en el sentido de ser algo inmutable, dado para toda la eternidad. Cualquier cosa puede ser
literatura, y cualquier cosa que inalterable e incuestionablemente se considera literatura -
Shakespeare, pongamos por caso— puede dejar de ser literatura. Puede abandonarse por
quimérica cualquier opinión acerca de que el estudio de la literatura es el estudio de una entidad
estable y bien definida como ocurre con la entomología. Algunos tipos de novela son literatura,
pero otros no lo son. Cierta literatura es novelística pero otra no. Una clase de literatura toma muy
en cuenta la expresión verbal, pero hay otra que no es literatura sino retórica rimbombante. No
3 TheTheory of Literary Criticism: A Logical Analysis (Berkeley, 1974). pp. 37-42.
Terry Eagleton – Una introducción a la teoría literaria
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existe literatura tomada como un conjunto de obras de valor asegurado e inalterable caracterizado
por ciertas propiedades intrínsecas y compartidas. Cuando en el resto del libro use las palabras
“literario” y “literatura” llevarán una especie de invisible tachadura para indicar que realmente no
son las apropiadas pero que de momento no cuento con nada mejor.
Los juicios de valor son notoriamente variables, por eso se deduce de la definición de
literatura como forma de escribir altamente apreciada que no es una entidad estable. Los tiempos
cambian, los valores no proclaman el anuncio de un diario, como si todavía creyéramos que hay
que matar a las criaturas enfermizas o exhibir en público a los enfermos mentales. Así, como en
una época la gente puede considerar filosófica la obra que más tarde calificará de literaria, o
viceversa, también puede cambiar de opinión sobre lo que considera escritos valiosos. Más aun,
puede cambiar de opinión sobre los fundamentos en que se basa para decidir entre lo que es
valioso y lo que no lo es. Esto, como ya indiqué, no significa necesariamente que el publico vaya a
negar el título de literatura a una obra que, al fin y al cabo, considera de calidad interior, la llamará
literatura para indicar que, poco más o menos, pertenece al tipo de escritos que por lo general
aprecia. Por otra parte, esto no significa que el llamado “canon literario”, la intocable “gloriosa
tradición” de la “literatura nacional” tenga que tomarse como un concepto —una “construcción”—
cuya conformación estuvo a cargo de ciertas personas movidas por ciertas razones en cierta época.
No hay ni obras ni tradiciones literarias valederas, por sí mismas, independientemente de lo que
sobre ellas se haya dicho o se vaya a decir. “Valor” es un término transitorio, significa lo que
algunas personas aprecian en circunstancias específicas, basándose en determinados criterios y a la
luz de fines preestablecidos. Es por ello muy posible que si se realizara en nuestra historia una
transformación suficientemente profunda, podría surgir en el futuro una sociedad incapaz de
obtener el menor provecho de la lectura de Shakespeare. Quizá sus obras le resultasen
desesperadamente extrañas, plenas de formas de pensar y sentir que en la sociedad en cuestión se
considerarían estrechas o carentes de significado. En esas circunstancias Shakespeare no valdría
más que los letreros murales -graffiti- que hoy se estilan. Si bien muchos considerarían que se
habría descendido a condiciones sociales trágicamente indigentes, creo que se pecaría de
dogmatismo si se rechazara la posibilidad de que esa situación proviniera más bien de un
enriquecimiento humano generalizado. A Karl Marx le preocupaba saber por qué el arte de la
antigüedad griega conserva su “encanto eterno" aun cuando hace mucho tiempo que
desaparecieron las condiciones que lo produjeron. Ahora bien, visto que aun no termina la historia
¿cómo podríamos saber que va a continuar siendo “eternamente” encantador? Supongamos que,
gracias a expertas investigaciones arqueológicas, se descubriera mucho más sobre lo que la
tragedia griega en realidad significaba para el público contemporáneo, nos diéramos cuenta de la
enorme distancia que separa lo que entonces interesaba de lo que hoy nos interesa, y releyéramos
esas obras a la luz de conocimientos más profundos. Ello podría dar por resultado -entre otras
cosas- que dejaran de gustarnos esas tragedias y comedias. Quizá llegáramos a pensar que antes
nos habían gustado porque, inconscientemente, las leíamos a la luz de nuestras propias
preocupaciones. Cuando esto resultara menos posible, quizá esas obras dramáticas dejaran de
hablarnos significativamente.
El que siempre interpretemos las obras literarias, hasta cierto punto, a través de lo que nos
preocupa o interesa (es un hecho que en cierta forma “lo que nos preocupa o interesa” nos
incapacita para obrar de otra forma), quizá explique por qué ciertas obras literarias parecen
conservar su valor a través de los siglos. Es posible, por supuesto, que sigamos compartiendo
muchas inquietudes con la obra en cuestión, pero también es posible que, en realidad y sin saberlo,
no hayamos estado evaluando la “misma” obra. “Nuestro” Homero no es idéntico al Homero de la
Edad Media, y “nuestro” Shakespeare no es igual al de sus contemporáneos. Más bien se trata de
estos períodos históricos diferentes han elaborado, para sus propios fines, un Homero y un
Shakespeare “diferentes”, y han encontrado en los respectivos textos elementos que deben
valorarse o devaluarse (no necesariamente los mismos). Dicho en otra forma, las sociedades
“rescriben”, así sea inconscientemente todas las obras literarias que leen. Más aun, leer equivale
siempre a “rescribir”. Ninguna obra, ni la evaluación que en alguna época se haga de ella pueden,
Terry Eagleton – Una introducción a la teoría literaria
12
sin más ni más, llegar a nuevos grupos humanos sin experimentar cambios que quizá las hagan
irreconocibles. Esta es una de las razones por las cuales lo que se considera como literatura sufre
una notoria inestabilidad.
No quiero decir que esa inestabilidad se deba al carácter subjetivo de los juicios de valor.
Según este punto de vista, el mundo se halla dividido entre hechos sólidamente concretos que
están “allá”, como la Estación Central del ferrocarril, y juicios de valor arbitrarios que se ubican
“aquí dentro”, como el gusto por los plátanos o el sentir que el tono de un poema de Yeats va
desde las bravatas defensivas hasta la resignación hosca pero dúctil. Los hechos están a la vista y
son irrecusables, pero los valores son cosa personal y arbitraria. Evidentemente no es lo mismo
consignar un hecho, por ejemplo “Esta catedral fue construida en 1612”, que expresar un juicio de
valor como “esta catedral es una muestra magnífica de la arquitectura barroca”. Pero supongamos
que dije lo primero cuando acompañaba por diversas partes de Inglaterra a un visitante extranjero
y me di cuenta de que lo había desconcertado bastante. ¿Por qué, podría preguntarme, insiste en
darme las fechas de la construcción de todos estos edificios? ¿A qué se debe esa obsesión con los
orígenes? En la sociedad donde vivo, podría agregar, para nada conservamos datos de esa
naturaleza. Para clasificar nuestros edificios nos fijamos en si miran al noroeste o al sudoeste. Esto
quizás pusiera de manifiesto una parte del sistema inconsciente basada en juicios de valor
subyacentes en mis datos descriptivos. Juicios de valor como éstos no son necesariamente del
mismo tipo que aquel otro de “Esta catedral es una muestra magnífica de la arquitectura barroca”,
pero no dejan de ser juicios de valor, y ninguna enunciación de hechos que yo pudiera formular
sería ajena a ellos. La enunciación de un hecho no deja de ser, después de todo, una enunciación, y
da por sentado cierto número de juicios cuestionables que esas enunciaciones valen la pena más
que otras, que estoy capacitado para formularlas y garantizar su verdad, que mi interlocutor es
una persona a quien vale la pena formularlas, que no carece de utilidad el formularlas, y así por el
estilo. Bien puede transmitirse información en las conversaciones de bar, pero en esos diálogos
también sobresalen elementos de lo que los lingüistas llaman 'fáctico', o sea, de lo relacionado con
el propio acto de comunicar. Cuando charlo con usted sobre el estado del tiempo doy a entender
que una conversación con usted vale la pena, que lo considero persona de mérito y que se emplea
bien el tiempo charlando con usted, que no soy antisocial, que no me voy a poner a criticar de la
cabeza a los pies su aspecto personal.
En este sentido no hay posibilidad de formular una declaración totalmente desinteresada.
Por supuesto, se considera que el decir cuando se construyo una catedral no demuestra tanto
interés en nuestra cultura como expresar una opinión sobre su estilo arquitectónico, pero también
podrían imaginarse situaciones en las cuales la primera declaración estuviera más "preñada de
valores" que la otra. Quizás “barroco” y "magnífico” hayan llegado a ser términos más o menos
sinónimos, pero sólo unos cuantos tercos se aferrarían a una idea exagerada sobre la importancia
de la fecha en que se construyó un edificio, y al consignarla enviaba yo un mensaje para indicar
que me adhería a ellos. Todas las declaraciones descriptivas se mueven dentro de una red (a
menudo invisible) de categorías de valor. Añádase que, indudablemente, sin esas categorías no
tendríamos absolutamente nada que decirnos. No se trata solamente de que poseyendo
conocimientos que corresponden a la realidad los falseemos movidos por intereses y opiniones
particulares (cosa ciertamente posible), se trata también de que aun sin intereses especiales
podríamos carecer de conocimientos porque no nos hemos dado cuenta de que vale la pena
adquirirlos. Los intereses son elementos constitutivos de nuestro conocimiento, no meros prejuicios
que lo ponen en peligro. El afirmar que el conocimiento debe ser “ajeno a los valores" constituye
un juicio de valor.
Bien puede ser que el gusto por los plátanos no pase de ser una cuestión privada, pero de
hecho esto también es cuestionable. Un análisis a fondo sobre mis gustos en materia de comida
probablemente revelaría profundos lazos con ciertas experiencias de mi primera infancia, con mis
relaciones con mis padres y hermanos y con muchos otros factores culturales que son tan sociales y
tan “no subjetivos” como las estaciones de ferrocarril. Esto es aun más cierto en lo referente a la
estructura fundamental de los criterios e intereses dentro de los cuales nací por ser miembro de
Terry Eagleton – Una introducción a la teoría literaria
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una sociedad en particular, como por ejemplo, creer que debo procurar mantenerme en buen
estado de salud, que los diferentes papeles que se representan según el sexo al cual se pertenece
tienen sus raíces en la biología humana o que el hombre es más importante que los cocodrilos.
Usted y yo podemos no estar de acuerdo en tal o cual cuestión, pero ello se debe exclusivamente a
que compartimos ciertas formas profundas de ver y evaluar enlazadas a nuestra vida social y que
no pueden cambiar si antes no se transforma esa vida. Nadie me va a imponer un fuerte castigo
porque me desagrade algún poema de Donne; pero si reconozco que de plano la obra de Donne no
es literatura, en ciertas circunstancias me arriesgaría a perder mi empleo. Estoy en libertad de votar
por los laboristas o los conservadores, pero si trato de conducirme basándome en la creencia de
que tal libertad meramente encubre un gran prejuicio —o sea que la democracia se reduce a la
libertad de cruzar un emblema en la cédula para votar cada vez que se celebran elecciones- en
ciertas circunstancias especiales bien podría acabar en la cárcel.
La estructura de valores (oculta en gran parte) que da forma y cimientos a la enunciación
de un hecho, constituye parte de lo que se quiere decir con el término “ideología”. Sin entrar en
detalles, entiendo por ideología las formas en que lo que decimos y creemos se conecta con la
estructura de poder o con las relaciones de poder en la sociedad en la cual vivimos. De esta
definición gruesa de la ideología se sigue que no todos nuestros juicios y categorías subyacentes
pueden denominarse —con provecho— ideológicos. Ha arraigado profundamente en nosotros la
tendencia a imaginarnos moviéndonos hacia el futuro (aun cuando existe por lo menos una
sociedad que se considera de regreso ya del futuro), pero si bien esta manera de ver quizá logre
conectarse significativamente con la estructura del poder en nuestra sociedad, no es preciso que tal
cosa suceda siempre y en todas partes. Por ideología no entiendo nada más criterios hondamente
arraigados, si bien a menudo inconscientes. Me refiero muy particularmente a modos, de sentir,
evaluar, percibir y creer que tienen alguna relación con el sostenimiento y la reproducción del
poder social. Que tales criterios no son, por ningún concepto, meras rarezas personales puede
aclararse recurriendo a un ejemplo literario.
En su famoso estudio Practical Criticism (1929), el crítico I. A. Richards, de la Universidad
de Cambridge, procuro demostrar cuán caprichosos y subjetivos pueden ser los juicios literarios, y
para ello dio a sus alumnos (estudiantes de college) una serie de poemas, pero sin proporcionar ni
el nombre del autor ni el título de la obra, y les pidió que emitieran su opinión. Por supuesto, en
los juicios hubo notables discrepancias, además, mientras poetas consagrados recibieron
calificaciones medianas se exaltó a oscuros escritores. Opino, sin embargo que, con mucho, lo más
interesante del estudio -en lo cual muy probablemente no cayó en la cuenta el propio Richards- es
el firme consenso de valoraciones inconscientes subyacente en las diferencias individuales de
opinión. Al leer lo que dicen los alumnos de Richards sobre aquellas obras literarias, llaman la
atención los hábitos de percepción e interpretación que espontáneamente comparten lo que
suponen que es la literatura, lo que dan por hecho cuando se aproximan a un poema y los
beneficios que por anticipado suponen se derivaran de su lectura. Nada de esto es en realidad
sorprendente, pues presumiblemente todos los participantes en el experimento eran jóvenes
británicos, de raza blanca pertenecientes a la clase alta o al estrato superior de la clase media,
educados en escuelas particulares en los años veinte, por lo cual su forma de responder a un
poema dependía de muchos factores que no eran exclusivamente “literarios”. Sus respuestas
críticas estaban firmemente entrelazadas con prejuicios y criterios de amplio alcance. No se trata
de que haya habido culpa no hay respuesta crítica ajena a esos enlaces, y, por lo tanto, no existen
las interpretaciones o los juicios críticos literarios puros. Uno mismo tiene la culpa, en caso de que
alguien la tenga. El propio I. A. Richards como joven profesor de Cambridge, perteneciente a la
clase media superior, no pudo objetivar un contexto de intereses que él mismo había en gran parte
compartido y, por consiguiente, tampoco pudo reconocer a fondo que las diferencias de evaluación
locales, “subjetivas” actúan dentro de una forma particular, socialmente estructurada de percibir el
mundo.
Si no se puede considerar la literatura como categoría descriptiva “objetiva”, tampoco
puede decirse que la literatura no pasa de ser lo que la gente caprichosamente decide llamar
Terry Eagleton – Una introducción a la teoría literaria
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literatura. Dichos juicios de valor no tienen nada de caprichosos. Tienen raíces en hondas
estructuras de persuasión al parecer tan inconmovibles como el edificio Empire State. Así, lo que
hasta ahora hemos descubierto no se reduce a ver que la literatura no existe en el mismo sentido en
que puede decirse que los insectos existen, y que los juicios de valor que la constituyen son
históricamente variables, hay que añadir que los propios juicios de valor se relacionan
estrechamente con las ideologías sociales. En última instancia no se refieren exclusivamente al
gusto personal sino también a lo que dan por hecho ciertos grupos sociales y mediante lo cual
tienen poder sobre otros y lo conservan. Como esta afirmación puede parecer un tanto forzada y
nacida de un prejuicio personal, vale la pena ponerla a prueba considerando el ascenso de la
“ literatura” en Inglaterra.

martes, 15 de marzo de 2011

Creación literaria

Módulo de Creación Literaria-Alumnos del tercer ciclo de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Peruana de las Américas.

El presente módulo pretende exponer algunos trabajos de creación literaria de los alumnos que tomaron el curso de Literatura Peruana y Latinoamericana en el ciclo 2011-I en la Universidad Peruana de las Américas.
Así mismo recoge los textos de dos amigas amantes de la literatura: Belce y Maripoza Negra, así como un cuento mío: El Hermafrodita, que recibiera una mención honrosa en la edición del 2008 del Concurso de las Mil Palabras de la Revista Caretas.
Agradezco a los que llevaron el curso así como a los que nos han seguido a través del blog.
Espero también sus sugerencias y comentarios a fin de ir mejorándolo cada vez más.
Un abrazo muy fuerte desde Lima, la Ciudad Horrible del cielo eternamente gris y de las combis asesinas.

Martin Cervetto.




Rodrigo Franco Rojas Romero


Eres Eterna

Al empezar deseo descansar, ver tu eterna belleza
La noche es oscura como nuestras pieles
El alma es como la luz del alba de cada día, mas clara aun
tus cabellos hermosas plantas de enredaderas que crecen cuando piensas

Cuando la luna brille igual que tus ojos hermosos, veré tu eternidad
Noctámbulo caminando en las tablas de las letras descriptivas
Tu tienes el paraíso en tus labios, en tus manos, veré tu eternidad
me hacen falta tus apreciativas miradas y tu alegre sonrisa que me contagiabas
-.-Eterno recuerdo del cual me acuerdo para que sea eterno
-.-Yo camino y trato de llegar a tus pasos, no lo has notado
yo trato de sacarte una sonrisa y que la brisa sea eterna, como el recuerdo que llevo
Yo no quise esta vida, pero si no la hubiera tenido no te hubiera conocido

Combatiendo con leones, lobos, zorros carroñeros, lucho con ellos cada día
Pero en ti siento descanso, descanso de luchar conmigo mismo, en cada mensaje de corazón
Deseo que no cambies, deseo ver tu eternidad, tu eterna belleza, eres eterna.


José Cruzado Gamboa.

Te encuentro...

Te encuentro en cada uno de mis pensamientos que musicalizados entre pantallas de teclas y blanco son enviados a mi palabra muda, tu aparición es espontánea, entre mil bocas andabas y ahora te siento callada entre dientes de niños con revólver, tus labios que alguna vez conocí ahora se han convertido en tus ojos, sorprendiendo a las ciegas lunas maternas su fragmento de luz, agua.
Te encuentro y te dejas encontrar entre la madera y el vidrio, sueles prevenir tu aparición ocular, condensando Nilos y vapores, provocas en los hombres los más elocuentes errores que a mi pesar en un video estarían, ladrarían las flores también en aquellos que coinciden en hablar de nuestras falencias, muerde a veces el viento cuando impulsas de atracción sincopada las fuentes, los futuros de mi pasado ignorado.
Desapareces perennizando tu esencia indecisa, maniobras en las columnas mitológicas frazadas que Dios usó para condimentar mi estaca facturada durante la danza realizada por tu cuerpo, sin saber que eras tú, materializas del lapislázuli rojo su fruta más empática, fragmentas al Egeo en mí, de tus ojos se desprenden brazos que escarban en los míos, quieren al parecer encontrarte ahí creándote más luz en mis pensamientos.


Lizzi Guzmán



“Misterios del amor”


¿Amor? En ese nombre corren navíos de madera
Rodeados por enjambres de fuego rojo hirviendo,
Y en cada letra llevan el sabor agridulce que envenena
Cada una de sus espinas que hay en su interior hiriendo

El amor llego a ser una mirada,
Un frenesí de besos,
Una lujuria de sentimientos
Fue un instante sin fin, sin tiempo para soñar.

Pero el sol en la neblina se encargó de disolver
Y como besando la muerte
Los misterios del amor no se pueden resolver

Y de nuevo recordarás el amor que trajiste,
Amor de sombra y agua con silencio,
Amor como una piedra con espuma que dejo hiriendo.


La rutina
La rutina mata, pero más te mata seguirla, es como si tu mundo girara en torno a ella, encerrándote cada vez en su túnel sin salida. La rutina se convierte en un mar sin fondo, en un mar lleno de aire. Y tú atrapado como un pájaro enjaulado comiendo de su mano para así pronto devorarte y saciarse de ti, como un dulce sabor a lila, que te conlleva cada vez a la muerte, y así seguir en la rutina.



Walter Espinoza.


Servidumbre a un ídolo

Hoy soy una persona nueva:
me he atado una cadena en el cuello,
me he vestido con ropas que detesto,
me he arrodillado y he destrozado
mis rodillas de tanto caminar así.
He andado miles de kilómetros en busca
de algo que quizá ni te gusta.
Me he vuelto tu vocero,
tu guardián, tu mayordomo,
tu perrito faldero.
Recibo órdenes sin chistar.
Nunca expreso mi opinión, sólo me queda
ofrecer un asentimiento innatural.
¡Me he vuelto el sirviente ideal
de cualquier gamonal!
(¡¡¡¡Una oferta única, llame ya!!!)
Vivo pendiente de ti,
tratando de eliminar lo que no te gusta,
y habré de reconfigurarme
con premura, como sea preciso,
para que mi presencia no te produzca malestar.
La responsabilidad de tus penas, de tus fastidios,
tus malhumores, me ofrecí,
sin pensarlo dos veces, a cargar.
Mi cabeza gacha siempre habrás de observar,
en parte por servidumbre,
en parte por el temor que os tengo,
y es que tengo la costumbre
de humillarme, pues me siento indigno
y despreciado por tus gestos,
tu mirada, tu dulce voz, tus labios, etc.,
gestos que amo y que me señalan
que no hago las cosas bien.
Esclavitud voluntaria.
Remedo de mí mismo,
retazos de humanidad,
caricatura viviente,
gestos, salud preocupante,
destello de pateticidad.
Modifiqué, indiscriminadamente,
en forma violenta y exigente,
el pobre trozo de barro de mi cuerpo.
Todo por un ídolo de carne.
Porque hasta ahora sigo soñando de manera obsesiva.
Envidio sobremanera a los órganos de tu cuerpo:
quiero serte útil, quiero serte importante.
Una tarjeta de expansión que contenga
el último programa necesario
para completar tu felicidad.
Pero miren nada más.
Qué buen chiste.
Un remedo de persona queriendo serle útil a otra persona.
Lo que es defectuoso, se bota.
¿Por eso no gozo de tu afecto?


Kenia Vasquez



Hoy después de

Hoy

Después de

tiempo su alma vino a mí
temblando con ansias

que por él seran calmadas
me hizo entender sin querer

que aún NO,
no estoy sola, hay muchos que me
siguen
y sienten como yo siento
en este muro inmundo voy
reflexionando con lentitud
ejecutando rápidamente su elección
dejando de lado sus emociones yendo por el... camino allí con claridad.


Adriano Canayo


la noche
Mirando al pasado un momento…..y se siente un sonido De melancolía en el reggae que estoy escuchando ahora. Ella triste y a la vez feliz, eso es lo que percibí….una noche tan cálida en un invierno triste…..aunque el invierno fue duro con ella, aún sonríe. Una noche con tantas estrellas que le dan esperanza, entonces ella sonríe. Una noche tan cálida en un invierno triste……. Esa noche que a veces se confunde con tristeza, se define con sus estrellas, la luna llena con su magia que hacen fuego hipnotizante para una hermosa noche. Una buena amiga, un amor susurrante, un cielo abierto a tristezas y a tus secretos, ella es la noche. Una buena amiga, y aunque esté triste siempre encontrará la salida. Pues la tristeza se va al igual que el invierno, con el tiempo.

Si te veo triste

Camino una noche entre tanto ruido. Salgo al camino del olvido a tratar de recodar, donde es que está mi destino, y donde sentí que era la realidad. Mi vida partida en recuerdos ahora está, y no sé como armarla. Ya no Recuerdo cómo se sentía mirar el cielo, la brisa y el mar juntos en un revuelo de tranquilidad despertando mis sentidos, hacía esa camino que ya no recuerdo. Y ahora sigo alejándome del ruido entre tantos árboles y arena, levanté la mirada para dar un soplo de alivio y sigo, camino ya distraído mirando lagunas de recuerdos lagunas que alimentan a esos árboles, que al parecer son tan grandes que taparon el cielo, pues el sol y la nubes se borraron en mis recuerdos, es que no logro recordar nada en este bosque del olvido, ya no sé si seguir o no. pero quiero mirar aunque sea una vez más al pasado. Quiero recordar tu rostro, la forma de tu voz que caricias daba a mi inspiración, seguiré aunque mis miedos me atormentan cada vez más haciendo que escriba mis versos en la nota más triste. Sólo es lo que persigo en este lugar lo que me dice que existes y si aún te encontrase triste, en mi camino dejaré la búsqueda de mi destino y caminaré entre mis recuerdos, buscando tu sonrisa pues tu primera sonrisa le da comienzo a mi destino y mi destino tuvo comienzo la primera vez que nos conocimos.


Jesús Barreto.


Buscando llegar a ti
La ternura es la pasión del reposo.
Joubert

Veo la gente pasar y en ellos trato de buscar la mirada que una vez vi en tus ojos, busco desesperadamente y no encuentro ninguna como tu mirada, ¿Qué necesito para olvidarme de ti?, no sé si sabrás que existo, no sé si pensarás que vivo, no sé si es que en algún momento piensas en mí como yo en ti, pero estoy vivo, resistiendo estas ganas de amarte locamente y poder volver a ver esa mirada que vi en tus ojos alguna vez y es que ¿Cómo se puede querer a alguien que no conoces?, ¿Cómo puede alguien amar sin ser amado?, el hombre por naturaleza piensa en sí mismo, el hombre busca desesperadamente el amor (“Todos queremos algo de amor”) trata de hallarlo pero se pierde en el camino; yo no busco al amor para mi beneficio, yo lo busco para dártelo a ti así como los músicos que declaman en cantos que juran bajar las estrellas, recorrer el mundo y nadar a las profundidades del océano, así yo busco el amor para ti, sólo quiero amarte y verte feliz, con esa energía aquel día en que te conocí, irradiando esa luz y ese misterio que te delataba en tus silencios.
Tal vez te preguntes, ¿Qué quiero de ti?, pero sabias que una de las cosas más difíciles de los admiradores secretos es saber exactamente qué quiere el otro de ti o contigo.

Nos angustia mucho no saber qué quiere el otro de nosotros, nos inquieta, nos perturba, por eso nos volvemos desconfiados, nos ponemos a la defensiva, asumimos siempre que las intenciones del otro no son buenas. Nunca podemos saber qué quiere el otro o por qué nos quiere, eso es un eterno misterio ¿Por qué siempre caemos en la trampa de dar respuestas apresuradas?, el bello siente que lo quieren sólo por su belleza, el rico por su riqueza, el poderoso por su poder pero ¿Por qué pensamos tan mal del otro? Las intenciones del otro siempre serán una amenaza para nosotros, pero si dejáramos de adivinar y le diéramos la chance al otro de demostrarnos que siente, que quiere y por qué nos quiere, tal vez nos podríamos sorprender.

¿Qué quiere el otro de mí? Seguro te preguntarás eso, pero uno nunca sabe, nos quiere por las razones que sea, pero nos quiere. ¿Tanto nos cuesta hacernos cargo de eso? ¡Tocar tu corazón!. Tal vez eso es lo que quiere el otro de nosotros, tocar nuestro corazón y es a donde quiero llegar, a tu corazón.

Vanessa Canales


SOMOS POCOS LOS QUE ENTIENDEN
El cerro no es precisamente una montaña que se lanza ah tutearse con las águilas que revuelan al contorno de semejante belleza, que se empina melancólicamente para abrir largos los brazos hasta dejarlos en reposo sobre el polvo.
Observar el cerro de LIMA es pardo que sirve de almohada para que soñemos despiertos aquellos que trabajan mientras uno descansa son aquellos que ven el cambio de un día ah otro los que luchan por cada día mejor que el anterior.
EL río no es , precisamente ,un río ancho ni una corriente brava que se arrolla a sí misma, pues en realidad es una linfa escuálida que se deshilacha entre las piedras y se retuerce y pule mensualmente las hojas sin saber que seguirán andando.
Pero el río de Rímac juega con los papelitos que se ven como pedacitos de cartas que no saben si se quedan oh serán llevadas hasta el mar de ilusiones.
La plaza no es una plaza jactanciosa que se abre sólo a los hijos del pueblo sino mas bien es una plaza de apenas un cuadrilátero que guarda como un estuche de protección la casa de gobierno.
Con la imaginación como protagonista empezamos todo iniciamos nuestra vida o renovamos como uno quiera borra, lo que en un momento hizo daño y empezamos de nuevo no hay manera de repetir hasta el cansancio y poner en práctica en nuestras vidas el cerro llega hasta las nubes muy alto por cierto, el río omnipotente, la plaza infinita y a DIOS que hace todo como debe.

Enrique Castillo



MEMORIAS MY LIFE

el problema es que me tienes soñándote
como nube como viento, como cielo como mar
como la ola y la orilla
estoy mal como la noche y la luna, como mascota y su amo
como ama Dios al mundo yo te amo
como estrellas y universo, poeta y su verso,
como arena en el desierto
eso es cierto tú en mi vida un concierto de amor.


No me gusta como se siente el amor..
a mí no me fascina el dolor
Tú te me fuiste, te me fuiste y mataste
Todo lo bueno que hiciste
Al largarte y tomar la decisión de dejarme...........
esa fue la última opción que usaste??
De mi cara, mi ultima sonrisa viste
Yo soy un hombre ilustre
Acláralo, dilo
Ahora no te pongas triste después que sonreíste
Y lo que hiciste, me partiste el corazón en dos
La culpable de tu tragedia escríbelo tu misma......... viste
Es claro tu destino lo escribiste
Escúchame!!!!!
esto es lo último
mujer que voy a escribirte

Estoy con mil mujeres muchos billetes de 100
De verdad q me va muy bien
De verdad q me va muy bien
Hace tiempo se te fue el tren
De verdad q me va muy bien

Ya te saque del sistema
Pa q seguir con el dilema
A lo q no sirve se le da delete
Se bota o se quema
Ahora disfruto a plenitud la vida nueva
Ahogarme en lágrimas por ti mamita, ya no

Brenda Paz


Papá!

Era un hermoso día, los pájaros piaban de felicidad en el balcón del hermoso departamento de Ken, él mismo estaba tirado panza abajo en la cama, con la cabeza de lado, parecía estar babeando la almohada, mientras su gatita, Elizabeth, ronroneaba estirándose en la cama, acomodándose suavemente sobre ella junto a su tan amado dueño. El sol empezó a molestar al igual que el maldito radio-despertador que empezó a sonar.
Ken Kitamura tenía 37 años, llevaba mucho tiempo trabajando como guitarrista en una banda famosísima “L’Arc”, exactamente trece años. Tras su reciente divorcio, Ken había decidido no volverse a casar nunca más y vivir la vida loca a partir de ese momento. Estiró sus brazos perezosamente y acarició a la gatita la cual contenta ronroneó. Quitó las sabanas de su cuerpo dejando ver aquellos bóxer rojos que le sentaban tan maravillosamente mientras caminaba hacia el balcón para ver el comienzo de un nuevo día.
-“¡KEN, DESPIERTA!”- una voz familiarmente conocida lo sacó de su mundo de fantasías, esa voz, ¿De dónde la conocía? Se dio la vuelta suavemente para ver la puerta y dirigirse a ella con sumo cuidado.
Giró la perilla y caminó escaleras abajo sintiendo ese dulce olor que tanto le gustaba, un desayuno. Observó bien el lugar, esa no era su casa! Pensó cuando ingresó al limpio living, definitivamente no era su casa.
Corrió hacia la cocina para notar una figura extremadamente familiar, con sus pies descalzos mientras parecía estar preparando hot cakes, Ken observó bien todo, era bajito, tenía el cabello de un color muy conocido para él, su mirada se espantó cuando dicha figura volteó a verle.
-“Ken, parece que hubieras visto un fantasma”- dijo sonriendo –“¿Qué pasa amor?”
-“¿A-amor?”- preguntó y miró por todos lados, había varias fotos donde él y esa persona salían abrazados o besándose, y una pequeña donde parecía estar en la salida de un registro civil.
-“¿Estas bien? Hyde te golpeó muy fuerte la cabeza”- dijo la chica acercándose a él.
La chica, era Yukki, una compañera de banda, la cual tocaba la batería. Rubia, alta y muy bien parecida.
-“Yukki….. ¿Qué pasó? ¿Qué es todo esto?”- dijo bastante perturbado.
-“¿Cómo que qué es todo esto? es nuestra casa, es nuestra vida”- musitó –“Ken, me preocupas, ¿Quieres que llame a emergencia?”
-“N-no, está bien. Esta bien”- musitó sentándose observando como Yukki se quitaba el delantal, notando algo que Yukki no solía tener –“¿¿QUÉ ES ESO??”
-“¿Eso qué Ken?”- dijo un confundido Yukki.
-“¡E….ESO!”- señalando el vientre de la chica.
-“¿Esto?”- acariciando su notable pancita –“Es nuestro bebé…….Ken de verdad me preocupas”
-“No, ¡esto es imposible!”- dijo un aterrado Ken.
-“¿Qué es imposible?”- preguntó yukki acercándose.
-“¡E-eso!”- señala de nuevo la panza de Yukki.
-“Ken, ¡No llames “eso” a nuestro hijo!”- gritó Yukki, ahora estaba enojado.
-“¿Eh?”- de nuevo Ken cayó a la realidad, ¿le hablaba en serio? ¿Iba a ser padre?
-“Ken, ¡Qué Hyde te haya golpeado con su guitarra no quiere decir que trates de ‘eso’ a nuestro bebé! ¿No te parece?”- dijo Yukki bastante enojado –“Tengo fecha para dentro de dos semanas”
-“¿Dos semanas?”- dijo extrañado.
-“Sí, el tiempo pasa rápido”- dijo sonriendo acariciando su vientre de manera dulce.
-“¿Yukki?”- musitó como si fuera un niño mientras se acercaba.
-“¿Hmm?”
-“No recuerdo nada”- murmuró.
-“Tal vez esto te haga recordar”- dijo Yukki tomando el rostro de Ken dándole un dulce beso que el moreno reconoció enseguida, era el sabor más dulce del mundo.
Por instinto, Ken abrazó a Yukki por la cintura y de forma delicada mientras saboreaba la cavidad más dulce donde su amante le daba permiso de ser explorada, pronto se separaron a la falta de aire y Ken sonrió, debía ser real, ya que recordaba esos besos, ese cuerpo caliente encima suyo, esa piel tan suave, y los gemidos de la pequeña Yukki. Acarició su rostro de forma cuidadosa y luego el vientre de su amor para depositar un besito en el mismo.
-“¿Ahora lo recuerdas?”- dijo Yukki.
-“No del todo, pero recuerdo tus besos, tus caricias, tus gemidos, sobre todo los últimos ”
-“¡¡KEN!!”
-“¡Oye, es mi lado pervertido! Además, creo que necesitas lechita para el bebé ”
-“¡KEN BASTA!”- dijo fingiendo enojo evitando que el otro vea su sonrojo.
-“¡De acuerdo, de acuerdo!”- dijo Ken soltándolo acariciándole el cabello

RING, RING – Sonó el timbre de la puerta

-“Genial, yo que quería sexo”
-“¡KEN!”- gritó apenado el chico.
-“Jajaja ve a ver quién es”- dijo Ken sentándose.

Yukki abrió la puerta y entraron 2 hermosos mellizos de dos años, uno era niña y el otro era varón, detrás de ellos venían Hyde,la cantante del grupo y Tetsu, el bajista y Líder,.

-“Ustedes no paran de criar niños, ¿no?”- dijo Yukki haciéndolos entrar.
-“¡ES CULPA DE TETSU! él nunca se cuida ”- dijo sentándose tomando el café que se disponía a tomar Ken.
-“Hyde, el doctor dijo nada de café durante el embarazo ”- dijo Tetsu que se sentaba al lado del mismo –“Niños, basta, dejen a mamá”- dijo viendo que los niños empezaban a tironear la blusa de Hyde.
-“¡No MAMI MIA!”- dijo Asuri, la más pequeña
-“¡NO, MIA, MIA!”- gritó Kei, el mayor
-“ ¡SILENCIO! A mamá le duele la cabeza”- acotó Hyde masajeándose las sienes.
-“más enanos”- musitó Ken mirando a los tres niños –“Por cierto, ¿Cuándo nació este?”- señaló al bebé que tenía Tetsu en brazos.
-“Hace ocho meses ”
-“¿Y ya van por el cuarto? ”
-“¡ES CULPA DE TETSU “ dijo Hyde con enojo.
-“Tú aceptas hacerlos ”
-“Vete al diablo”- dijo Hyde mirando las medialunas que había en la mesa, pidió permiso a Yukki y tomó una, la partió en dos y se las dio a sus hijos.
-“Mami buena”- dijo Asuri mientras corría hacia el patio –“¡Vamo afuera hay juego! ”- saliendo con su hermano al patio.
-“Asuri, Kei, no se alejen tanto”- dijo Tetsu observando a sus hijo, lo cuales era idénticos a Hyde, pero el bebé era parecido a él –“¿Qué pasa Nayiro, estas cansado?”
Ken observó todo de forma asombrosa, aun así no sentía asombro de nada de lo que ocurría, Tetsu y Hyde tenían 3 hijos y uno en camino y nada le sorprendía después del beso que le dio Yukki era como que todo volvió a ser normal.
-“¿Qué pasa? ¿Sobrepoblaran la tierra?”- dijo en tono de broma Ken.
-“¡Tú ni que lo digas Ken!”- dijo Tetsu –“Seguro querrás hacerle 9 hijos a Yukki”
-“Me gusta cuando se crean pero no tanto cuando se crían”- suspiró –“¡Hay que cambiar pañales!”
-“Osea te gusta el proceso de creado”- dijo Hyde –“Como a Tetsu ”
-“¡Puedes dejar de mirarme así! ¡Ya te dije que lo siento!”- dijo Tetsu suspirando.
-“Oigan chicos, ¿Qué tal si tomamos unas cervezas y miramos TV?”- propuso Ken.
-“¡KEN! el embarazo”- regañó Yukki.
-“Cierto, bueno podemos tomar jugo de naranja jajaja”- rió mientras se levantaba.
-“Debo aclarar que sigues en bóxer ”- dijo Yukki señalándolo.

Ken se levantó y fue a cambiarse para luego bajar y ver a sus amigos frente al TV. Tetsu tenía a Nayiro dormido en brazos, Asuri estaba en el regazo de Hyde y Kei estaba en el regazo de Yukki, Ken se sentó junto a este y prendió la TV.
Sólo unas horas pasaron cuando la TV se volvió aburrida y la apagaron para hablar sobre L’arc y sus nuevos proyectos.

-“Deberíamos hacer otro Álbum después de que Hyde de a Luz”- dijo acariciando el vientre de su marido.

-“Encima que tengo dos horas de trabajo de parto ¿Quieres que grave un álbum? ”- regañó Hyde.
-“Tranquilo Hyde linda”- sonrió Tetsu y volteó a ver a la otra pareja.
-“Para cuando de a luz Hyde, entonces mi bebé podrá ingresar a una guardería”- dijo Yukki acariciando su vientre.
Ken sonrió al imaginarse a su bebé cuando Yukki empezó a mirarlo a los ojos con una expresión de dolor, Ken se levantó enseguida para ver qué le pasaba a su esposa y vio que el sillón estaba mojado.
-“Tío Yukki hizo pipi”- dijo Asuri señalando el sillón, bajando de donde estaba sentada.
-“No amor, no se hizo pipi”- dijo Tetsu mientras se levantaba para dejar a Nayiro en regazo de su amor para ayudar a Ken a levantar a Yukki.

-“Las contracciones empezaron hace 7 minutos”- dijo Yukki con dolor sintiendo punzadas en su bajo vientre.
-“Tranquilo amor, te llevaré al hospital”

PIIIIIIIP PIIIIIIIIP (sonido de bocina)
-“MIERDA, ¡AVANCEN DE UNA PUTA VEZ!”- gritó Ken desesperado y miró a Yukki la cual respiraba profundamente.
-“Yo sentí eso hace ocho meses ”- mirando feo a Tetsu.
-“¡AAAH KEN YA NO PUEDO MÁS!”
-“Tranquilo amor, tranquilo, todo estará bien”- dijo acariciándole el vientre a su novia –“Todo está bien”
-“KEN YA NO PUEDO MÁS, TU BEBÉ NACERÁ EN TU CARRO IMPORTADO AAAAH”- gritó apretando sus ojos.
-“¡NOO!”- gritó para luego salir del auto correr hacia la puerta y sacar a su amante tomándolo en brazos –“Sólo son 5 cuadras, ¡Sólo resiste, amor!”- dijo y miró a sus amigos-“por favor cuídenme el auto”
-“Oye, ¿Qué crees que somos? ¿Unos inexpertos? ”- dijo Hyde colocándose del lado del piloto y Tetsu del copiloto.
-“¡Bah!”- dijo y corrió con Yukki en brazos hacia el hospital.

Yukki llegó al hospital en brazos de un cansado Ken el cual había corrido como un desesperado las cinco cuadras, habló con la recepcionista la cual enseguida trajo una camilla preparando a Yukki para el parto, Ken no se despegó ni un segundo hasta que la mujer lo detuvo.
-“DÉJEME VERLO, SERÉ PADRE PRIMERIZO, ¡QUIERO VERLO!”- gritó Ken mientras parecía desesperado.
-“Tranquilo joven Ken, sólo necesitamos que se coloque esto y ya puede pasar”- dijo dándole el vestuario necesario para entrar a sala de partos.
Ken se sacó todo y se colocó lo que le dio la enfermera para entrar y ver a los doctores rodeando a Yukki, ella misma estaba bastante nerviosa pero al ver a Ken se relajó.

-“Tranquilo Señora Yukki, esto no dolerá”- dijo mientras le daban una semi-vuelta colocándolo de costado mientras le pintaban la espalda con una sustancia y le daban una inyección en la columna para luego volverla a la posición normal –“Esto es para hacer el trabajo de la cesaria” – dijó la chica mientras iba a buscar los instrumentos quirúrgicos para la cirugía.
-“Ken”- musitó lastimosamente –“Tengo miedo”
-“Tranquilo amor, todo estará bien”- dijo acariciándole la frente.
-“Pero….pero”
-“Shhh ¿Confías en mí?”- dijo sonriéndole a lo que Yukki se tranquilizó.
Los doctores empezaron el procedimiento, tomando los elementos quirúrgicos empezando a realizar la cesaria de manera correcta y pausada, Yukki se aferraba a la mano de Ken el cual sólo le miraba a los ojos para tranquilizarla, todo estaba muy callado, todo muy tranquilo, hasta parecía un cuento mágico, pero algo interrumpió todo.
-“BUAAAA BUAAA”- gritó un bebé llorando a todo pulmón lo que hizo que sus padres sonrieran.
-“¡Es un varoncito!”- dijo la enfermera mirando a los dos –“Felicidades, un futuro baterista o guitarrista a nacido”- dijo dándole al bebe a una enfermera pasándolo cerca de Ken, el cual pudo verlo.
-“Yukki, es hermoso…”- dijo Ken mirando al bebé.
-“Quiero verlo, quiero ver a mi bebé”- dijo mientras sus ojos lagrimosos estaban llenos de felicidad.
-“Aquí está, el bebé quiere ir con papá y mamá”- dijo otra enfermera que ya traía al niño limpio.
Ken lo tomó en brazos, era tan pequeñito, tan hermoso, se parecía tanto a él cuando era bebé. Se acercó a Yukki le enseñó al niño colocándolo al lado del mismo, una enfermera a pedido de ambos le sacó una foto a los tres, ambos padres besando a su hijo.
-“A lo que te dediques estaré orgulloso”- dijo acariciándole la carita a su hijo –“orgulloso”
-“¿Lo dices por tus padres?”- dijo Yukki mirando a Ken el cual afirmó –“Los míos tampoco me dejaron, pero cualquier cosa que quiera hacer Rui lo dejaremos”
-“¿Rui?”
-“Me pareció Lindo…. ¿no? Rui es un nombre lindo”- dijo Yukki observando a Ken con una sonrisa.

El niño tomó de nombre Rui.

Horas más tarde Ken y Yukki estaban en el cuarto, Ken jugaba con el bebé besándole el rostro mientras Yukki hojeaba una revista.
-“¡FELICIDADES POR BEBÉ NUEVO!”- gritaron los 4 (Hyde, Tetsu, Asuri y Kei)
-“Shhh, despertarán a Rui”- dijo Ken más sonriente que nunca –“Rui, te enseñaré toda mi colección de revistas porno”
-“¡Ken! pervertirás a nuestro hijo ”
-“jajaja es broma es broma”- acercándose al bebé haciendo que lo besaba
–“No lo es ”
-“¿Rui lo llamaron?”- dijo Tetsu acercándose al niño.
-“Sí, se me ocurrió, además se le puede apodar Ruicito”
-“Será un Ken miniatura ¡válgame dios!”- dijo Hyde golpeándose la frente con la palma de la mano.
Al Día siguiente…

-“¡KEN! ¡LEVÁNTATE!”- gritó una voz bastante familiar, Ken se levantó bastante malhumorado.
-“¿Qué pasa?!”
-“Anda que Hyde y Tetsu nos esperan”- dijo Yukki tomando los pentagramas.
-“Mierda”- Ken se levantó y observó por todos lados, algo no estaba bien –“¿Dónde está Rui?”
-“¿Rui?”
-“Ajá”
-“¿Quién es Rui?”- preguntó Yukki.
-“¿Qué? ¡NUESTRO HIJO! ¡RUI!”- gritó Ken como si estuviera paranoico.

-“Pero Ken, primero: como pudimos tener un hijo si genéticamente es imposible y segundo, tú y yo somos amigos, no amantes”- dijo Yukki algo confundido.
Ken miró el lugar, todo había sido un sueño, sonrió y observó a Yukki.
-“Pero tal vez pueda cambiar la ultima parte”
FIN


Belce Agaliareth


tomado del blog:
http://belce-belce.blogspot.com/

De paseo.
Apuesto a que Belce anda cerca,en el aire ya hay moscas y apesta.
Va a querer llevarme de paseo y esta vez aceptaré sólo si trae negros caramelos.
Algo me hace sombra,se abre la raída gabardina y observo tentadoras golosinas,seguro que las ha probado todas,este no lleva por gusto esa dentadura postiza y aún así le hago creer que me fascina su detestable sonrisa.
Me ofrece una mano demacrada,me levanta con cuidado del suelo y advierto que ambos iremos descalzos por el extraño sendero.
Mientras me platica su miserable vida le revientan burbujas de saliva,me paro de puntitas para alcanzar su cara y le limpio la baba mientras germinan en mi vientre las náuseas.
Se une a la caminata Pan y comienza a tocar con ímpetu su flauta,Bel y yo nos burlamos al ver que las ratas se han equivocado de cuento ya que hace rato que nos vienen siguiendo.
El sol bosteza con pereza y la luna de soslayo despectiva le observa.
En el cielo lóbrego las estrellas rojas van ocupando su lugar y codo a codo nos recostamos sobre la hierba para ver a las brujas volar.



Maripoza Negra B F


Tú te robas mis pensamientos , mira mis ojos llevo semanas tratando de decirte cuánto deseo que me robes el primer beso .
Logras elevar mi imaginación lujuriosa y atrevida , controlo mis impulsos para no parecer agresiva y lanzarme a tus brazos sin medidas, se que no esta permitido tener arranques de amor porque sé que no estoy contigo , y cómo le explico a mis bajos instintos que no tengan pensamientos oscuros contigo .
Trataré de escribir una carta de despedida , pero cómo lo consigo si las tres primeras líneas son de bienvenida, si, deseando que entres en mi vida, que ocupes mi tiempo con caricias ,que susurres en mi espalda tus ideas prohibidas y exquisitas, y que tus manos miren los lugares que nunca nadie en mí encontró. Serás mi calma , mi tormento , mi pecado , mi deseo serás mi vida y en un instante mi asesino , serás mi capricho y mi más grande anhelo , serás mi paz y hasta mi cielo y si así lo quiero podrás ser mi infierno, serás mi calma ,mi fetiche, mi orgasmo, mi impaciencia, mi llanto y mi tristeza, simplemente serás

Martin Cervetto







EL HERMAFRODITA

A mi abuela

Esa mañana jugaba el Space Invaders en mi Atari cuando mi abuela entró a mi habitación. Traía puesto un vestido turquesa de verano. A la altura del entreseno resplandecía tenue un prendedor de piedras violáceas en forma de cucaracha. Su expresión demacrada y el video pornográfico que llevaba bajo el brazo me anunciaron que iríamos a visitar al hermafrodita.

El chofer paró antes en la bodega de los chinos. Mi abuela sacó entonces de su cartera un billete gris con la cara de Túpac Amaru y me dijo que compre una botella grande de Disarono y una caja de biscotelas.
Descendí del auto deseando estar en la playa junto a los otros. O permanecer al menos en mi cuarto jugando Atari o masturbándome con algunas de las revistas que me había regalado el hermafrodita o contemplando desde mi ventana a los perros que defecan en el parque.

Mi tía Francesca nos recibió. La casa del hermafrodita quedaba en el malecón. Desde su ventana se podía ver el mar, olerlo, ver a los tablistas, a las chicas del verano bronceándose eternas sobre las piedras oscuras, a aquellos que daban vueltas en el cielo con sus parapentes de colores, a los que se arrojaban del puente Villena atados de una soga, y a los otros; a los que como yo veían pasar las estaciones desde cualquier ventana o deambulaban por las heladerías con la mente en blanco o repleta de imágenes pornográficas.
Tía Francesca sirvió helados de lúcuma con fudge de chocolate y biscotelas. Recibí mi porción con la mirada fija en su escote y/o en sus ojos dorados. Si le hubiera agarrado una teta o el culo –como me atrevería a hacer algunos años después de la muerte del hermafrodita- no hubiera pasado nada.
Mi abuela prefirió un vaso grande de Disarono con hielos, muchos hielos. Al centro de la mesa había una gran torta azul decorada con muñequitos diversos: futbolistas de la U, ultrasietes, pornostars, una vela sinuosa y un letrerito de chocolate que le deseaba feliz cumple al hermafrodita.
“¿Y cómo sigue?” preguntó finalmente mi abuela encendiendo un Ducal.
“Ay nona…” respondió la tía Francesca. Su voz quebrantada lo decía todo. Sus ojos de gata, inmensos y tristes, daban la impresión de que soltarían el llanto en cualquier momento.
“¿Podemos subir a verlo?, le he traído un regalito” preguntó mi abuela, sonriendo o tratando de sonreír. “Una de esas pelis que tanto le gustan, tú sabes”.
“Ay nona” volvió a decir mi tía Francesca, desviando la mirada hacia cualquier lado, ruborizándose ligeramente, o pretendiendo que lo hacía.
En ese momento bajó el hermafrodita. Se veía cansado y su menudo cuerpo sin luz parecía más frágil o más etéreo o más enfermizo o más irreal. Su peinado de gladiador le daba un toque surrealista a todo ese momento.
“!Japiberdei!” le dijo mi abuela abrazándolo y llenándolo de besos. Luego sacó de su cartera la película que no sé en qué momento había alcanzado a envolver en un papel regalo con dibujitos de Charlie Brown.
Yo simplemente le di un abrazo breve. La picadura de sus tetillas de colegiala adolescente se quedó sin embargo en mi cuerpo como una sensación permanente.
“Uuauu” exclamó el hermafrodita mientras terminaba de abrir el regalo. Y no era para menos. Se trataba de la ya entonces célebre The anal destruction of Tracy Lords.
“Gracias nona” dijo el hermafrodita colgándose de su regazo. Los ojos de mi abuela entonces se terminaron de nublar impidiéndole decir nada más. Y tampoco había mucho que decir.
“Vamos a verla” me dijo entonces el hermafrodita.
“Sí, vayan nomás” agregó la tía Francesca. “Nosotras les avisamos para cantar el japiberdei”.
Pero cuando entramos a su cuarto en vez de meter la película en el betamax la dejó encima de un escueto diccionario de psicoanálisis. Abajo, mi abuela se había puesto a cantar en napolitano y mi tía Francesca la acompañaba con la mandolina. El hermafrodita me miró entonces a los ojos.
“Tengo que pedirte un gran favor” dijo en un tono solemne que no le conocía. “Tú ya sabes lo de mi enfermedad” continuó sin desclavar sus ojos de reptil de los míos. “Éste será seguro mi último cumpleaños y hay algo que necesito hacer”.

Luego de cantar el japiberdei salimos a la calle. Antes habíamos hecho la llamada respectiva desde su cuarto. Cuando llegamos al antro la puta ya estaba esperándonos. No fue difícil reconocerla, ya que aparte de su disfraz la habíamos visto en un catálogo, aunque claro, ya sabíamos que en la realidad nada era igual.
Pagamos su cuenta y nos metimos a un taxi. El hotel de tres estrellas del malecón se me hizo aceptable. Quizá demasiado para esa mujer acostumbrada a lo que haya. Pero no se trataba de ella sino del hermafrodita, quien quería despedirse de este mundo inane dando y recibiendo placer al mismo tiempo.

Después de quedarse totalmente desnuda –previo baile caliginoso que inundó la habitación de su perfume barato- la puta procedió a desvestir al hermafrodita.
El primer remezón fue el descubrimiento de sus senos. Eran pequeños y puntiagudos y tenían las bolitas de los pezones incrustadas hacia adentro. La puta entonces apuró el paso, tratando sin duda de terminar cuanto antes todo aquello.
Pero cuando le bajó el calzón todo se detuvo. Nunca había previsto algo así: una especie de cresta morada y divida en tres, cuya parte central, a manera de un clítoris gigantesco, se replegaba sobre sí misma sin dejar de apuntarnos a la cara.
Lo demás era algo así como una huevera hundida, un escroto rosado y salpicado de pelos grises y rubios, una glándula tristísima que no dejaba de palpitar.
La puta entonces se detuvo y me miró como pidiendo instrucciones pero yo también me había quedado helado.
“Eso ya es otro precio” alcanzó a decir incorporándose. El rostro del hermafrodita se congestionó entonces de golpe y sin mediar palabra le estampó un terrible cabezazo en la mandíbula que le voló algunos dientes y la derribó.
Luego, sin darme tiempo a reaccionar, le arrojó una pesada lámpara de mármol en la cabeza. Alcancé a detenerlo antes de que le tirara el televisor encima.

Mientras pagábamos la cuenta en la recepción la puta salió gritando del ascensor. Estaba todavía desnuda y maldecía salpicando sangre por las alfombras impecables del lobby.
Salimos corriendo y no paramos hasta el parque Salazar. Cuando llegué a casa encontré a mi abuela en la sala. Fumaba y bebía y se reía viendo Los Picapiedras.
“¿Ya comiste?” me preguntó.
Esa noche mi abuela y yo nos metimos un atracón pantagruélico en el Kentucky del parque Kennedy. A veces miraba por la ventana a ver si pasaba la puta. La imaginaba desnuda y ensangrentada y caminando sin rumbo. Iluminada tan sólo por la luz insomne de los escaparates. Presentable quizá por primera vez.