De Artículos Periodísticos Y De Sus Autores
Enrique Arias Vega
El articulismo es un vicio. Como el consumo de drogas, el juego o el sexo, puede convertirse en una psicopatía que enganche a su practicante y ya no le permita escapar de ella.
La comparación puede parecer exagerada. Hasta ridícula, si me apuran. Pero ya me dirán a qué vienen, si no, tantos blogs que inundan hoy día el espacio cibernético. Muchos articulistas eran antes meros autores de cartas a los directores de periódicos. Otros son políticos, intelectuales y gentes del común que han encontrado en la red electrónica un territorio sin fronteras donde exponer sus puntos de vista. Finalmente, también hay columnistas digamos que convencionales, los cuales han cambiado de medio expresivo o ampliado a él el soporte de sus reflexiones para conseguir así una mayor audiencia interactiva, que dicen.
En cualquier caso, el común denominador de toda esta fauna en la que me incluyo es la vanidad. Legítima, si se quiere, pero vanidad al fin y al cabo. Eso de poder contar las verdades de uno hasta al lucero del alba proporciona un placer especial e irrepetible. Luego resulta que casi nadie se entera de lo que uno dice, pero ése es otro cantar, intrascendente, incluso, para la satisfacción onanista del propio ego.
Pues bien. Llevado de esa malformación no sé si genética o adquirida, llevo escribiendo artículos, con mayor o menor intermitencia, desde hace cuarenta años. El articulismo es un género a caballo entre el periodismo y la literatura que han ejercido de forma virtuosa escritores a los que uno admira profundamente: en los dos últimos siglos, desde Mariano José de Larra a Manolo Vázquez Montalbán, pasando por Wenceslao Fernández Flórez.
La elaboración de los artículos, en principio, no parece que sea demasiado complicada. Uno de los mejores ejercientes del oficio, el exquisito dandy César González Ruano, explicaba a mediados del siglo pasado que “un artículo es como una morcilla: dentro puedes meter lo que quieras, pero tiene que estar bien atado por los dos extremos”. La suya, claro, es una manera cínica de mostrar un aristocrático desdén hacia lo que uno hace; lo cual, obviamente, constituye la más refinada de las vanidades.
El depositario de aquella confidencia de Ruano, Paco Umbral, es a su vez un prolífico autor y un magnífico columnista. Su caso demuestra mejor que ningún otro que el articulismo es una cuestión de estilo. Innovador del lenguaje y creador de expresiones y giros literarios, en la estela de Valle-Inclán, en Umbral predomina la forma sobre el fondo. Tanto es así, que ha podido decirse de él que lleva cuarenta años escribiendo un mismo y único artículo, modulándolo y adaptándolo en el tiempo, y troceándolo con meticulosa constancia para depositar luego la correspondiente dosis diaria en la página de su periódico. Se trataría, pues, de un artículo permanente e inacabado.
Éstas, como ven, son opiniones subjetivas y tremendamente osadas, además. Es lo que precisamente permite el género periodístico que comentamos: gracias a su brevedad, al estilo liviano en que se sustenta y a su carácter fugaz, pueden formularse semejantes aserciones injustificadas que en un ensayo, en cambio, exigirían páginas y páginas de eruditas explicaciones en que basarse.
A SHARON STONE
MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN
Marie Claire, Julio 1997
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De parte de Manuel Vázquez Montalbán, escritor hispanocatalán y tal vez europeo o euroafricano, para ser más exacto.
Desde que la vi en «Instinto básico» me enamoré de usted con una intensidad sólo equivalente a la que en el pasado había sentido por Rita Hayworth en «Salomé» o por Fane Dunaway en «Bonnie and Clyde». Yo sólo puedo enamorarme de las estrellas del cine porque por las mujeres cotidianas sólo experimento compasión o nostalgia de alguna pasada compasión, en el supuesto caso de que el amor no sea un cóctel de compasión, nostalgia y unas gotas de la angostura del autoengaño. Me enamoré de usted a partir del momento en que cruza las piernas ante los policías, estrangulados aquellos hombres por ese tumor de deseo que suelen provocar las mujeres que se abren de piernas para insinuarse poseedoras de «la puerta estrecha que conduce a la ciudad doliente», metáfora dantesca, víctima el pobre Dante del terror católico al sexo femenino, único posible paraíso real capaz de competir con todos los paraísos virtuales controlados por las religiones, la telemática la última…Es usted la mejor «madre desnuda» de este fin de milenio, aunque en lontananza ya se insinúa una competidora que aún no ha acabado de connotarse en mi consciente de aprendiz de estrangulador de Boston. Me refiero a Emmanuel Beart, ante la que me contiene el haber amado en el pasado las canciones de su padre. ¿Es legítimo amar a la hija de uno de tus cantautores preferidos? No lo tengo claro y, mientras lo decido, dejo constancia de que usted reina en mi mirada interior cada vez que emprendo el viaje hacia el imaginario de la Ciudad del Sol.
Quedo a su entera o parcial disposición . martes, 15 de noviembre de 2005
Apuntes del Más Allá
Por Eduardo Galeano
Informaciones útiles. La tradición islámica prohíbe tomar vino en la Tierra, pero el Corán promete vino incesante en el Cielo. El Corán, que condena el adulterio en la Tierra, también promete bellas vírgenes y apuestos mancebos, disponibles en cantidad, para el goce eterno en el Jardín del Deleite que aguarda a los muertos virtuosos.
La tradición católica, amiga del vino en el Más Acá, no ofrece vino en el Más Allá, donde los elegidos de Dios serán sometidos a una dieta de leche y miel. Y según el dictamen del papa Juan Pablo II, en el Paraíso los hombres y las mujeres estarán juntos, pero “serán como hermanos”.
Por influencia de la vida ultraterrena o por otros motivos, hay 1300 millones de musulmanes y 1000 millones de católicos.
Pero quien mejor conoce el Cielo no es musulmán, ni católico. El telepredicador evangelista Billy Graham, cuyas luces orientan al presidente Bush en las tinieblas de este mundo, es el único ser humano que ha sido capaz de medir el reino de Dios. La Billy Graham Evangelistic Association, con sede en Minneapolis, ha revelado que el Paraíso mide mil quinientas millas cuadradas.
A fines del siglo veinte, una encuesta de Gallup indicó que ocho de cada diez estadounidenses creen que los ángeles existen. Un científico del American Institute of Physics (College Park, Md) aseguró que es imposible que más de diez ángeles puedan bailar al mismo tiempo en una cabeza de alfiler, y dos colegas del Departamento de Física Aplicada de la Universidad de Santiago de Compostela informaron que la temperatura del infierno es de 279 grados.
Mientras tanto, los servicios de telecomunicaciones de Israel dieron a conocer el número del fax de Dios (00972-25612222) y su sitio en Internet (www.kotelkam.com).
Página/12, Argentina.
El Paso, un peruano en el desierto de Texas Por Francisco Estrada
Fuente: Peru21, Lima 11/01/06
Miguel Ildefonso ganó el V Concurso Nacional de Cuento Premio Asociación Peruano Japonesa con su libro El Paso.
Su computadora reproducía videos del 'bello' David Bowie y, más arriba, un retrato del 'impresentable' Charles Bukowski dominaba la habitación del poeta Miguel Ildefonso. Por un momento, parecía que éramos parte de su libro de cuentos El Paso, donde es posible seducir a un travesti que, en realidad, es Lou Reed, o cantar, bien borracho, junto a José José, en una cantina cerca de la frontera entre Estados Unidos y México, o ser feliz bailando el Noa Noa...
Estas historias, inspiradas -en su mayor parte- en las experiencias que obtuvo Ildefonso mientras hacía una maestría en El Paso, Texas, le han permitido debutar con el pie derecho en la narrativa y ganar el V Concurso Nacional de Cuento Premio Asociación Peruano Japonesa. "Si me he demorado tanto en escribir en prosa es porque quería estar seguro de poder hacerla a mi gusto, bien musical", explica. Por ello no es gratuito que sea difícil definir algunas de las historias breves de El Paso como cuentos o poemas. "A diferencia de lo que hacía con la poesía, ahora soy más consciente del lector", refiere Ildefonso, pero su vocación poética lo traiciona -aunque sanamente-, pues su prosa se enriquece y conduce a viajes parecidos a los que enseñaba el Don Juan, de Carlos Castañeda, aunque a través de la lectura y sin peyotes psicotrópicos de por medio.
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